Ocio

Jabs de periodismo narrativo en honor a Pambelé

Iván Bernal Marín

Antes que Shakira, Montoya o Falcao, un palenquero hizo brillar el nombre de Colombia en lo más alto de los escenarios internacionales. Fue el 28 de octubre de 1972.

Y aunque este fin de semana se cumplen 40 años de esa hazaña, cualquiera la puede revivir con pelos y señales, en las palabras de Alberto Salcedo Ramos.

En ‘El oro y la oscuridad’ (Aguilar 2012) retrata cada peldaño de esa escalera al cielo que Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’ construyó a punta de puñetazos. Retrata su paseo por las nubes de la aclamación internacional. Y, también, el ring de locura en el que terminó sumido, acorralado por el rastro de sus triunfos y las drogas. Es, al mismo tiempo, una lección de historia del deporte colombiano, y una cátedra de periodismo narrativo. O de literatura hecha con el sustrato de la realidad. Pum, vemos a Pambelé noqueando con sus jabs a ‘Peppermint’ Frazer, alzándose como campeón mundial de boxeo. Pum, leemos un monólogo interior de Salcedo sumergido en el protagonista. Pum, vemos a Pambelé cocinándole a sus hijos, armando escándalo en la calle, llevando energía y agua a Palenque, pegándole al muro de un manicomio. Pum, leemos diálogos de cada instante, reconstruidos por Salcedo con decenas de testimonios.

Él descubre que cuando el boxeador habla, más que recordar parece encender “una casetera imaginaria”. Y el lector descubre que Salcedo hace la mejor trascripción del casete Pambelé, comentada y explicada. Basta una metáfora aquí y allá, para ilustrar la dimensión del primer gran héroe deportivo. “Nacido y criado en el naufragio, no supo qué hacer en tierra firme”. Y guarda distancia periodística. No lo eleva a leyenda. Ni demonio ni dios: lo humaniza. Lo muestra como el primer colombiano en ser devorado por su gloria. Pero descifra grandeza en ello. Con un completo anecdotario bañado de humor, que mantiene la impresión de que ya viene un uppercut; una escena o golpe final, que mandará al lector a la lona con la sensación de vacío satisfactorio de haber leído un gran libro.