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La legendaria ‘Piscine Molitor’ volvió a abrir como hotel de lujo

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Unos años antes de entrar en la historia del cine a base de dar brazadas y alaridos irrepetibles a pecho descubierto, el atleta estadounidense de origen austrohúngaro Johnny Weissmuller era una celebridad del deporte. En la década de los 20, batió 67 records del mundo de natación, ganó cinco medallas de oro olímpicas, fue el primer hombre que nadó los 100 metros en menos de un minuto y se retiró de la competición invicto.

Antes de calzarse el taparrabos más rentable de la historia del cine, Weissmuller fue uno de los primeros deportistas del mundo en lucir de forma remunerada para una marca de ropa. Cuerpazo, fotogénico, accesible, nadador de leyenda, triunfador en la capital de Francia, Weissmuller tenía todas las papeletas para ser el reclamo perfecto de la piscina con vocación de convertirse en el ‘rien ne va plus’ de ese París desenfadado y desenfrenado de los años 20: la Piscine Molitor. No tuvo que pasar mucho tiempo para que aquellas instalaciones alcanzaran el estatus de icono y, lamentablemente, tampoco demasiado para que fueran pasto del abandono, del pillaje, del grafiti y de las fiestas ilegales. Hoy, una de las piscinas más fascinantes del mundo cobra de nuevo vida como lujoso club y hotel de cinco estrellas de extraordinario pedigrí.

Enfundado en un traje de baño de la época, el mejor nadador de su tiempo inauguró en el verano de 1929 el complejo deportivo Molitor, Hotel Molitor desde el pasado mes de mayo. Sus promotores se habían propuesto hacer las cosas a lo grande y contrataron también para ese primer chapuzón a otra estrella de la natación del momento, Aileen Riggins, asimismo pluricampeona olímpica de extraordinaria precocidad de la que, naturalmente, hoy nadie ha oído hablar. Es el cine lo que confiere la gloria. Tras participar en los fastos de la inauguración, el futuro Tarzán, que todavía no había firmado con la Metro, permaneció en la piscina impartiendo algunas clases de natación y ejerciendo de socorrista premium en aquel cálido verano que precedió al crac de la Bolsa de Nueva York. Su equivalente de hoy sería tal vez una celebridad de fama mundial contratada como DJ por alguna discoteca ibicenca en busca de notoriedad.

Desde el día de su inauguración acoge exposiciones, desfiles, representaciones teatrales... En definitiva, Molitor se convierte en uno de los grandes lugares de moda franceses del periodo de entreguerras. “Era un lugar icónico”, explica Frédéric Maynier, presidente de SOS Piscine Molitor, una asociación creada a finales de los 80 para llamar la atención sobre su inexplicable estado de abandono y deterioro. “Prácticamente nadie iba allí solo para nadar, se iba para ver y ser visto. Siempre fue así”.

El arquitecto Lucien Pollet se hace cargo de un proyecto que 60 años más tarde será catalogado como edificio histórico y que se inspira en un trasatlántico de ventanas redondas en el que los vestuarios asemejan camarotes distribuidos en tres plantas que asoman a una gran piscina central.

Algunos datos prácticos sobre el lugar
La parte al aire libre de la piscina tiene dimensiones de 45 metros de longitud, mientras que la cubierta abarca otros 33 metros. La apertura del lugar fue en el verano parisino de 1929, pero fue clausurada y abandonada en 1989 hasta que abrió sus puertas nuevamente el pasado mayo. El precio de la entrada diaria es de 180 euros (cerca de US$240) y también hay un abono mensual que cuesta 1.000 euros (US$1.340). Si va a París, para llegar diríjase a la 13 rue Nungesser et Coli, 75016.