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"La norma juzga a la izquierda por sus intenciones y a la derecha por sus resultados"

Expansión

Fernando Savater, escritor y filósofo español, fue despido de El País de España por sus críticas hechas al medio en su nueva obra 'Carne gobernada (Ariel)'

Allison Gutiérrez Núñez

El escritor y filósofo español, Fernando Fernández-Savater Martín, fue despedido de El País de España en donde era columnista, tras 50 años de trabajo ¿Por qué? Recientemente, publicó su último libro titulado 'Carne gobernada (Ariel)', en el que incluye una fuerte crítica contra el medio.

Pero esta obra, a parte de la crítica al medio, en el que dijo "que El País' se ha convertido en portavoz del peor Gobierno de la democracia", refiriéndose a Pedro Sánchez, trata principalmente de un recuento de sus ideologías políticas que, en algún momento, en su época más juvenil, fueron de tendencia de izquierda, hasta sus pensamientos actuales, más tirando hacia la derecha. Parte de este libro, fueron publicadas por El Confidencial.

En su explicación del porqué la izquierda sigue teniendo tanta acogida en España, a pesar de sus fallas históricas como Savater lo define, el escritor explica que es "por una mirada sesgada que ha establecido la norma de juzgar a la izquierda por sus intenciones y a la derecha por sus resultados".

Y es que quizás la diferencia más notable que él autor hace entre la izquierda y la derecha, estaría en sus banderas políticas.

"Si uno proclama que quiere acabar con la miseria y la desigualdad, conseguir una educación universal y una sanidad que proteja por igual a todos los ciudadanos, sean cuales fueren sus ingresos económicos, solo cabe aplaudir estos objetivos generosos. ¡Qué diferencia con las propuestas de la derecha, que hablan de prosperidad conseguida por medio del trabajo remunerado, de propiedad privada, de orden social basado en el cumplimiento de las leyes!", dice alguno de los fragmentos del libro de Fernández-Savater Martín publicados por El Confidencial.

El problema de lo anterior, según el español, estaría en que esas banderas políticas de la izquierda nunca se llevan a la práctica.

"Es cierto que los hermosos planes de la izquierda nunca se han llevado a cabo ni de manera aproximada en los países que han adoptado un sistema comunista, el izquierdismo más consecuente, aunque han visto desaparecer sus libertades cívicas y la separación burguesa de poderes sacrificadas al ideal utópico", dice el libro.

"Ah, pero ¿qué culpa tiene el ideal si quienes lo buscan son torpes o incluso hipócritas? Lo excelente sigue siéndolo aunque los que se dedican a predicarlo no tengan ni idea de cómo conseguirlo o, aún peor, logren con sus medidas políticas lo contrario de lo que persiguen", se agrega.

En contraste, tilda a la derecha de ser gobiernos que sí ejecutan desarrollo. "En cambio, los principios y métodos de la derecha han conseguido sin duda las mejores y más competentes sociedades democráticas allí donde se han aplicado: en ninguna parte ni en ninguna época ha habido mejores sistemas políticos donde vivir y la prueba es que la gente huye de los países comunistas a los capitalistas, nunca al revés", dice el escritor. Aunque reconoce que los gobiernos de derecha tienen defectos y abusos.

En lo último dicho por el autor, se resalta quizás la diferencia más marcada entre la derecha y la izquierda, que es cómo entienden las desigualdades e injusticias ambas ideologías. "Como dijo Cioran, en el mejor de los casos puede gobernarse sin crímenes, pero no sin injusticias", dice Savater en su obra. "Esas injusticias, que se pretenden corregir, pero se reproducen una y otra vez, bastan para condenar a ojos de los deslumbrados por las buenas intenciones izquierdistas los incom- parables logros de las sociedades liberales. Si alguien promete el paraíso (entre cuyos requisitos está ser inalcanzable)..., ¿cómo conformarse con un purgatorio con aire acondicionado y agua corriente? Y lo más irónico, como hizo notar el gran historiador inglés Robert Conquest, es que todo el mundo es conservador cuando habla de lo que de veras entiende, aunque luego adopte posturas revolucionarias en los grandes temas que solo conoce de oídas".

En los sistemas de gobierno actuales, el filósofo dice que "las democracias occidentales ofrecen fórmulas políticas que combinan los ideales socialistas mitigados por la prudencia con los métodos liberales mediatizados por los derechos humano".

"El resultado es más o menos eso que llamamos "socialdemocracia" y que considero el sistema preferible a todos los demás ensayados, aunque ese término — "socialdemocracia"— sea anatema y equivalga a "comunista" entre los fanáticos neoliberales (en su mayoría exilados de los radicalismos izquierdistas de su mocedad). No hace falta decir que la estupidez política no es monopolio de la izquierda, de serlo, todo sería demasiado sencillo. Yo nunca he podido vivir sometido a elevadas normas que no puedo asumir en la práctica", se lee en la obra del escritor.

Por último, el autor también señala cómo fue su tránsito ideológico y uno de esos fragmentos que los esboza es el siguiente. " Cuando a los once o doce años me convencí de que la castidad predicada por los curas amargaba mis placeres sin facultarme para renunciar a ellos, me aparté sin escándalo pero definitivamente de esas santas enseñanzas. En mi primera juventud estaba de moda vivir en comunas, modelo que en principio me sedujo porque creí que prometía amor libre y cosas así de bonitas: en realidad las comunas que conocí me hicieron comprender los beneficios de las buenas familias burguesas como la formada por mis padres (que desdichadamente yo no he sabido reproducir en mi vida adulta)".

"Después de haber alardeado de chico malo, comprendí que las mejores personas que he conocido en mi vida — mis padres, mi abuelo— eran más bien de derechas. Y no estoy dispuesto a admitir ni por un momento que la Pasionaria era mejor persona que mi madre. De modo que pronto renuncié a sostener ideales comunistas (porque de eso va la izquierda, no nos engañemos) en cuanto comprobé que sus resultados prácticos eran nefastos y que a mí toda forma colectivista me repelía intrínsecamente", dice 'Carne gobernada (Ariel)' en uno de sus fragmentos.

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