Ocio

Madonna hizo vibrar a Medellín

Colprensa

Con Girl gone wild, uno de los sencillos del álbum que le da nombre a la novena gira de la artista, Madonna abrió un espectáculo de dos horas que deja pocas artes por fuera.

La música, la danza, el teatro, las acrobacias sobre cuerda, las artes audiovisuales, la moda, el clown, el contorcionismo, las artes marciales y hasta el streptease se unieron en un show ambicioso y nada usual en Colombia.

Gang bang y Revolver siguieron en el repertorio, acompañadas por una dramatización violenta. Con el clásico Papa don’t preach cayó el telón del primer acto que por momentos estuvo acompañado por una luna potente y que en el resto de la noche fue esquiva.

El segundo acto, la profecía, fue un homenaje de la música pop al arte pop. Con una iconografía al estilo Lichtenstein, coloridas latas de sopa con etiquetas de sostenes tipo bala, Madonna trajo  a escena un ejército volador de soldaditos de plomo armados con tambores de guerra.

Luego, tal como lo ha hecho desde sus inicios artísticos, lanzó la invitación a alzar la voz. En medio de una oscura versión de Express yourself, la rubia de Michigan incluyó extractos de Born this way, de Lady Gaga.

Con un “she is not me” (ella no es como yo), el mundo tomó nota. Madonna reclamó su título de Reina del Pop  y la ostentación del MDNA tour es apenas una prueba más de que no está dispuesta a dejar de serlo sin dar la pelea.

En caso de dudas, escúchese a Nicky Minaj, traída al contrapunteo gracias a las cinco pantallas monumentales que son protagonistas del escenario principal. “There is only one queen and that’s Madonna” (solo hay una reina y esa es Madonna),  se escuchó en el estadio Atanasio Girardot.

Durante Turn up the radio, pudo verse a la Madonna que después de la consagración, entrado el nuevo siglo, quiso hacerse guitarrista.  “Quiero que canten y bailen esta noche”, ordenó.

La defensa de la paz mundial, una crítica al matoneo y una soterrada defensa de la independencia de las regiones de España fueron las banderas políticas que enarboló la siempre controversial Chica Material.

Con la presentación del trío Kalakan, “del País Vasco”, el público pudo ver en acción, bailando brake, a Rocco, hijo de la Reina del Pop y Guy Ritchie, tal vez el rey de la comedia negra.

“Es genial poder estar finalmente en Medellín”, dijo Madonna, quien dedicó cerca de cinco minutos del show para interactuar con el público, más de 40.000 personas que coparon las graderías y la cancha. Repitió lo que había dicho en México: que no cree en el fin del mundo que presuntamente predijeron los Maya, pero sí cree en el fin de las guerras.

“Este es el principio de un nuevo mundo. Este es el fin del odio, el fin de las condenas”, aseguró.  “Te amo”, “pendejo”, “caliente” y “te quiero mucho” fueron algunas de las palabras  en español que logró pronunciar.

El tercer acto estuvo marcado por el despliegue de moda durante Vogue. Sombreros, plumas, antifaces, brillantes, orejas de conejo, lentejuelas y una marcada estética andrógina convirtieron en pasarela de moda el escenario que antes había sido cuarto de motel e iglesia cristina.

Like a virgin estuvo acompañado por un piano. En esta pieza, uno de los clásicos más recordados de la diva, Madonna lució apenas un juego de encajes ligeros  que dejaron ver la palabra Eve en su espalda.

Cual tatuaje, durante el tour MDNA que inició en Tel Aviv el pasado julio, la reina se ha escrito en su piel palabras como “No fear” (sin miedo), “Malala” y “Obama”.   Para acompañar la referencia bíblica, acompañó esta parte del concierto con una manzana roja.

Los dos últimos actos fueron el intento por lograr esa transición “de la oscuridad a la luz”, según la descripción que la artista hace de todo el show. Las coreografías y los juegos audiovisuales de I’m a sinner, I’m addicted y Nobody knows me preparan el ambiente para un cierre emocional.

Con Like a prayer, otro de los clásicos de Madonna, el concierto abrió la puerta de la esperanza a ritmo de góspel.

Luego la transformación es pasar de la esperanza al júbilo. Celebration reúne los elementos de la más reciente Madonna, más cercana al disco y otras corrientes de la electrónica con los que ha sabido llegar a un público nuevo.

Un juego de plataformas y luces multicolor, una coreografía en la que todos los bailarines son DJ, cierran un show que poco deja de lado. Finalmente la  reina desaparece, dejando en el aire la promesa de que en unas horas todo el ciclo se vivirá una vez más.