Ocio

Una mirada al favorito que no ganó el Nobel

Iván Bernal Marín

Haruki Murakami ya lleva un par de años encabezando las apuestas para ganarse el Nobel de Literatura, pero nada. El japonés es un éxito mundial en ventas, y se está perfilando como un eterno favorito. Sin embargo, no termina de convencer a la Academia Sueca, que este año otorgó el premio al chino Mo Yan, por su ‘realismo alucinatorio’.

Resulta curioso que dicha descripción pueda aplicársele fácilmente a la obra de Murakami, como se puede leer en ‘Sauce ciego, mujer dormida’ (Tusquets Editores). Son 24 relatos que ofrecen una oportunidad ideal para acercarse a su universo literario. Como él mismo dice en el prólogo, escribir novelas es como plantar un bosque, y escribir cuentos es como plantar jardines. Y los jardines que plantó en estas 386 páginas, dejan entrever la riqueza que florece en sus textos más extensos.

Un tono confesional, que va construyendo una atmósfera de melancolía y resignación. El lirismo imperceptiblemente se ve entrelazado con fantasmagorías, y de repente, el lector se descubre inmerso en una especie de flujo onírico de conciencia, con un fino sentido del humor. Añoranzas y paisajes cotidianos descritos con bella sutileza, giran ante un detalle. A vuelta de página, alguien está hurgando el oído de un niño, para ver si encuentra la mosca devoradora de carne que nació en el poema soñado por una amiga operada hace años. Así, detalles cotidianos y reales encadenan misterios, investidos de una sensación ilusoria.

El mismo Murakami describe las cualidades que atraviesan sus letras, en una confesión ficticia escrita con la ligereza y claridad de un testimonio real: “creo que es mejor que narre directamente unos que me ocurrieron en el pasado. A decir verdad, mi vida es rica en este tipo de acontecimientos. Algunos de ellos poseen una significación especial y han ocasionado algún cambio, más o menos importante, en mi vida. Otros son insignificantes, triviales, y no han tenido la menor influencia -o, al menos, eso creo yo"