Analistas

El voto obligatorio

Con ocasión del debate presidencial, se ha vuelto a hablar de la urgente necesidad de realizar una reforma política. Motivo principal para poner sobre el tapete el tema fue lo sucedido en la elección del nuevo Congreso de la República, debate en el que corrieron ríos de dinero, seguramente no todos transparentes.

Se cuestiona la circunscripción nacional porque ha encarecido sin límites el debate electoral. Esta figura la crearon los constituyentes de 1991 pensando en que al ampliar de departamental a nacional la circunscripción para elegir senadores, se aireaba la democracia y se le aseguraba a los partidos minoritarios o a sus integrantes un radio de acción electoral mayor que, les garantizara más fácilmente sus curules. Este que ha sido un noble propósito les ha asegurado subsistir a partidos minoritarios como el Polo Democrático, los verdes y, el mismo Mira. De otra parte, debieron haber pensado los constituyentes al consagrar la circunscripción nacional para elegir a los senadores, que alejaban a los aspirantes a estas curules a quedar expuesto a hacer campaña en los límites territoriales de sus departamentos,  expuestos a las maquinarias políticas de las gobernaciones o alcaldías de su departamento que, para nadie es un secreto, la mayoría de las veces intervienen en el debate electoral. 

La única manera de asegurar que el regreso a las circunscripciones departamentales no se convierta en riesgo para ahogar la voz de las minorías, sería la implantación del voto obligatorio que, aseguraría que los abstencionistas votaran y no solo lo hagan, como está sucediendo, un porcentaje de los ciudadanos que mayoritariamente son movilizados por las estructuras políticas. 

Otro de los aspectos que se ha venido mencionando se debe reformar es el voto preferente, para implantar a cambio, por obligación  el sistema de lista cerrada, en donde solo aparece quien encabeza la lista, como sucedió en el reciente debate electoral con el Centro Democrático, que invito a votar por un solo candidato, el ex presidente Álvaro Uribe.

El voto preferente es democrático porque le permite a cada elector escoger el candidato de sus afectos pero, la competencia interna en la lista de un mismo partido, apaga el mensaje institucional de este y en muchas ocasiones lo vuelve contradictorio porque, los candidatos que representan a un mismo partido envían sobre diferentes temas mensajes opuestos entre sí.

Algo más, si lo que se quiere es hacer listas cerradas, habría que realizar consultas previas al pueblo para definir la posición de cada uno de los integrantes en dicha lista pues, su ubicación en ella será crucial a la hora de ganar la respectiva curul.

Serán entonces dos elecciones a la que los candidatos tendrán que someterse, primero a la consulta interna de su partido y luego a la elección propiamente dicha. Si no se realiza consulta interna entonces, ¿quién elaborara la lista? No hay otra manera porque, volver al bolígrafo de los directorios políticos es odioso y antidemocrático. Aquí vuelve a aparecer la necesidad del voto obligatorio para que en dicha consulta interna o abierta, sean los electores de manera mayoritaria quienes definan la composición y, lo más importante, la ubicación de los candidatos en la lista. 

Ahora bien, la implantación del voto obligatorio debe ir acompañado con sanciones con el fin de que esta exigencia no se vuelva inocua; pero también con excepciones de fuerza mayor o caso fortuito, como por ejemplo, no se le podría exigir a unos campesinos inermes que viven en lugares donde domina la guerrilla y en los que no hay protección de la fuerza pública que se jueguen la vida, contra la interferencia de estos grupos criminales.