Analistas

Hacia la claudicación total

Nunca antes en tan corto tiempo, las Farc habían cometido tantos atentados contra Colombia.  Estos comenzaron en plena tregua unilateral decretada por los subversivos, cuando asesinaron de manera cruel a 11 soldados en el departamento del Cauca; después vinieron los homicidios de varios policías, ocurridos en Nariño, Cauca, Antioquia, entre otras regiones.  Los daños contra el país han sido inconmensurables, Tumaco padeció más de dos semanas sin agua potable. En el Putumayo grandes cuencas hidrográficas están envenenadas por el derramamiento de petróleo, privando a los campesinos de la pesca que constituye su alimento diario.  Los cortes de energía por semanas en Florencia y otros municipios del Caquetá, además de los producidos en nuestros dos más importantes puertos sobre el océano Pacífico, muestran un cuadro desolador en el que se ha atentado de manera indiscriminada contra la vida y el bienestar de colombianos, el medio ambiente, nuestra fauna, nuestra flora y nuestras fuentes de agua. 

Lo anterior muestra de manera irrefutable el poderío de las Farc, organización subversiva que a la sombra del proceso de paz, se ha fortalecido militar, económica y políticamente.

Las Farc tienen una inmensa capacidad destructiva, prueba de ello es que la fuerza pública no ha podido prever ni contener los atentados cometidos y, en la mayoría de los casos, ejerciendo como si fueran bomberos, nuestras fuerzas acuden a apagar la conflagración cuando ya se ha producido el daño.

Las Farc están fortalecidas económicamente, tienen sus arcas llenas, producto del narcotráfico.  Las siembras de coca, acaba de ratificarlo el Departamento de Estado de los Estados Unidos y la ONU, han crecido de manera incontrolable durante estos últimos 5 años.  La decisión del gobierno hace 2 años de suspender la erradicación manual obligatoria en el Catatumbo, pues ahí ya no se fumigaba, convirtió a esta región en “la billetera de las Farc” tal como lo expresó el propio ministro de Defensa de la época, Dr. Juan Carlos Pinzón.  La reciente decisión del gobierno del presidente Santos de terminar con las fumigaciones de los cultivos de coca llevará a un crecimiento gigantesco de ésta, incontrolable, que fortalecerá más a las Farc y  traerá más destrucción, violencia y corrupción. 

Las Farc se han fortalecido políticamente a raíz del proceso de La Habana, han logrado interlocución y eco internacional, hasta tal punto que el gobierno de los Estados Unidos designó un Comisionado como observador de las negociaciones y, muchos países anteriormente solidarios con nuestras instituciones, hoy ponen en plano de igualdad al gobierno de Colombia y a las Farc, instando al Ejército y a los terroristas,  sin diferencia alguna, a hacer un cese al fuego bilateral, tal como lo han pedido nada más y nada menos que los países garantes y facilitadores del proceso: Chile, Noruega, Venezuela y Cuba.  

Todo lo anterior sucede como consecuencia de un proceso de paz construido a la medida de las exigencias de las Farc, organización subversiva que decreta  por un mes un nuevo cese al fuego unilateral que, le demuestra al país que quien pone las condiciones y los tiempos en este proceso son ellas.  El nuevo cese al fuego, después de haber incendiado al país, no solo es burla para demostrar su poderío, sino también estrategia para asegurar el cese al fuego bilateral que, será la claudicación definitiva del Gobierno frente a los subversivos.