Analistas
La enfermedad holandesa y el sector lechero
sábado, 16 de marzo de 2013
La situación que atraviesan cafeteros y cacaoteros y que ha dado origen a protestas sociales en varios puntos del país, confirma el diagnóstico que han realizado varios economistas sobre los síntomas de la enfermedad holandesa y sus efectos negativos en la economía colombiana. Entre 2011 y 2012, el peso se ha revaluado de manera persistente entre el 20 y el 24% de su valor debido a las exportaciones mineras que entre 2007 y el 2012 se multiplicaron por tres.
Los ganaderos productores de leche agremiados en Unaga también sufrimos las consecuencias de la enfermedad holandesa. La importación masiva de leche en polvo, quesos y otros derivados lácteos, en buena parte alentada por la situación de un dólar barato, incide negativamente en la producción lechera nacional que está siendo pagada a un precio inferior que no compensa los costos de producción. A manera de ejemplo, las importaciones se multiplicaron por cuatro en los últimos tres años pasando de 8558 toneladas métricas en el 2010 a 35.530 en el 2012, según cifras del Dane.
Por otra parte, los costos financieros se mantienen altos, con una baja capacidad para transmitir al usuario final las rebajas en las tasas de interés establecidas por el Banco de la República, como ha venido ocurriendo desde el 2012. Hay un impacto nocivo en los productores del sector primario ganadero, dado que la oferta bancaria privilegia a los créditos comerciales y de consumo, de corto plazo, en detrimento del crédito de fomento, necesariamente de largo plazo. Crédito de fomento que debe ser revisado a fondo, desde su concepción, en tanto que bajo su estructura actual, definida en 1990, ha venido perdiendo capacidad de llegar a los productores y por consiguiente, de convertirse en un medio eficaz para mejorar la productividad e incidir en la equidad.
Es urgente que el Gobierno adopte un conjunto de medidas frente a esta situación desfavorable. Medidas como: establecimiento de un precio piso de la divisa con una variación anual acorde a la inflación, intervención sobre las tasas de interés bancarias, a fin de inducir que éstas tiendan a la baja, y la concesión de subsidios que deben corregir las inequidades, y ser evaluables y susceptibles de revisión, por ejemplo, la construcción de bienes públicos. Los subsidios deben compensar las pérdidas causadas por la revaluación, el cambio climático, la inequidad y la inestabilidad de los mercados.
También se requiere apoyo a la investigación, abandonada hoy por la transferencia de tecnología. La leche producida en Colombia debe ser de alta calidad, producida en sistemas sostenibles y a precios favorables para el consumidor.
Finalmente, el estado debe incentivar mecanismos de inversión nacional e internacional que alienten desarrollos productivos y competitivos en las regiones, avalados por un agente calificado, así como fomento e incentivos a la vinculación de productores a los canales comerciales formales en las zonas regionales de desarrollo ganadero.
En las regiones y micro-regiones, las realidades locales obligan a una aplicación específica de los instrumentos de la política sectorial. Es imprescindible trazar una guía que oriente el horizonte ganadero para carne y leche en lo local y que incorpore las particularidades. Es el caso de la alta incidencia de la estacionalidad climática de la Costa Norte o de su estrecha relación de dependencia con Venezuela, que incide profundamente sobre la producción. Los microfundios en Nariño y Boyacá obligan a considerar las estrategias de reconversión que contempla el Conpes lechero. El potencial desarrollo empresarial ganadero de la altillanura y el sur del país ofrece nuevos desafíos a la inversión.
De no ser adoptadas con prontitud estas medidas de choque macroeconómicas los efectos serán catastróficos en la situación de 400 mil ganaderos que producimos leche en el país y que estamos atravesando una crisis similar a la de cacaoteros y cafeteros.