La tormenta perfecta para la recesión 2016
miércoles, 17 de febrero de 2016
La pérdida de divisas que sufre la economía colombiana por el desplome en 70% de los precios del petróleo hasta niveles de solo US$30 el barril es la principal causa de un déficit de US$20.000 millones en la cuenta corriente de divisas del país, equivalente a 8% de nuestro Producto Interno Bruto -PIB-. El más alto del mundo occidental.
Esta situación se proyecta de largo plazo por la expansión de la producción mundial del petróleo y el levantamiento de las sanciones a Irán y porque se dan en el mismo momento que se desacelera la economía mundial, especialmente la de China.
Para Colombia la situación se verá agravada hacia el futuro por la proyección de una caída de nuestra producción petrolera y por la disminución de la inversión extranjera en exploración y explotaciones petrolíferas o mineras.
De otra parte nuestras importaciones de alimentos y vestuario no ceden en volumen ante la imposibilidad de sustituirlas con incrementos de producción nacional dada la debilitada estructura financiera de la industria manufacturera y el deterioro de la actividad agrícola.
La consecuencia inmediata ha sido una devaluación de 75% del peso en solo 18 meses y el incremento de la inflación a niveles superiores a 7% anual ocasionada por el encarecimiento de las importaciones y la sequía que afecta seriamente los cultivos.
De otra parte se esperan en el corto plazo fuertes incrementos en el déficit fiscal no solo por las pérdidas de utilidades, impuestos y regalías que genera el petróleo al fisco nacional sino también por el servicio a la deuda en dólares del Estado cuyo valor y prima de riesgo se ha duplicado en el año corrido hasta febrero desde 2,1% hasta 4,3%.
Además, el Banco de la República ha manifestado que continuará el incremento de tasas de interés, que ya alcanza 6%, no solo para frenar la inflación -que de todos modos no disminuye pues es efecto de la devaluación y no de un recalentamiento económico- sino también como política para cerrar déficit de cuenta corriente, afirmando: “así se sacrifique el crecimiento económico”. Pues bien, no solo frenara el crecimiento económico del sector manufacturero y agrícola indispensable para sustituir importaciones sino que tampoco atraerá inversión extranjera a un país al borde de la recesión por sus malas políticas macroeconómicas.
El fracaso de las altas tasas de interés será rotundo: Brasil y Rusia lo intentan en estos momentos sin ningún éxito y los países asiáticos e inclusive Colombia fracasaron estruendosamente subiendo tasas en la crisis entre 1997 y 2000, cuando el país retrocedió 4% en su PIB.
Queremos tapar el sol con las manos o con palabrería de “blindajes” y “anclajes” frente a circunstancias que nos llevan hacia “una tormenta perfecta” de recesión económica.
Estamos creando círculos viciosos de excesivos impuestos para mantener un derroche fiscal que causarán recesión y por lo tanto menores ingresos fiscales, como también subiendo en exceso las tasas de interés para atraer inversión extranjera que no llegará pues no es ingenua, o para controlar una inflación que es efecto de la devaluación y no de recalentamiento económico que también nos llevaran a recesión y a la necesidad de reducirlas.
Si nos preocupa la inflación actual tengámosle mayor temor a una estanflación. Estamos tratando de resolver la problemática económica con las soluciones del poema Simón el Bobito de Rafael Pombo cuando este aconsejo sobre el estorbo de un morro de tierra: “Tontos dijo el niño resolviendo el caso, abran un hueco y echen la tierra ahí”.
No ahorramos ni invertimos en infraestructura y fomento de actividades exportadoras un solo dólar de los mayores ingresos que por US$30.000 millones anuales recibimos por exportaciones de petróleo durante más de una década, solo logramos el milagro de convertir petróleo en “mermelada”. Ahora la desaceleración y en el futuro la recesión económica nos cobra la factura.