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Materiales inteligentes

El destacado futurista Tsvi Bisk publicó recientemente un artículo sobre la revolución en marcha para producir materiales inteligentes, superlivianos y superfuertes. Los materiales inteligentes se definen como aquellos que tienen propiedades que pueden ser cambiadas en forma significativa por medio de un estímulo externo.  Los materiales termoeléctricos, por ejemplo, puede generar energía si se someten a cambios de temperatura.  Los piezoeléctricos también pueden generarla si se presionan. 
Algunos de estos materiales ya han pasado la etapa de prueba en los laboratorios y están penetrando los mercados. Una compañía de Israel llamada Innowattech produjo un material piezoeléctrico de un kilómetro de longitud y lo instaló en una vía para recolectar la energía generada por las presiones de los vehículos al pasar sobre ella.  La compañía aludida sostiene que en una vía de alto tráfico se podrían generar hasta 250 megavatios. Si esto se comprobara, elevadísimo resultaría el ahorro de combustibles fósiles. 
Como es sabido, en los Estados Unidos, la electricidad que consumen los edificios y las casas en aires acondicionados e iluminación, absorben el 40% aproximadamente del total generado. Por medio de los vidrios inteligentes, ya en el comercio, se podría reducir este consumo en un 20%. Reemplazando los antiguos bombillos incandescentes y los tubos fluorescentes con los llamados LED, que consumen la décima parte de la electricidad de un bombillo incandescente y la mitad de un tubo fluorescente, se contribuiría todavía más a combatir la polución del aire y del agua. 
El aprovechamiento de todas las formas de desechos de origen orgánico, como las basuras y las aguas negras de las alcantarillas, son recursos que pueden ser transformados en etanol, metanol o biodiesel.  Estos desechos pueden utilizarse tanto para sustituir la gasolina, generar energía o producir plásticos y otros materiales. 
Pero el mayor potencial de transformación de la civilización actual lo ofrecen los materiales superlivianos, los llamados nanotubos o “bolas de bucky” en honor a su inventor Buckmister Fuller.  El diámetro de un nanotubo de carbón es la centésima parte de un cabello humano, es más flexible que el caucho, y es entre 100 y 500 veces más resistente que el acero por unidad de peso.  Infinitos serían los ahorros en aviones, camiones y demás vehículos producidos con este material. 
 Los costos actuales de producir nanotubos resultan ser elevadísimos, pero la mente humana confrontó el mismo problema hace 150 años cuando el precio del aluminio superaba el del oro o del platino. Un kilo de nanotubo de tipo industrial cuesta hoy unos 60 dólares y la Universidad de Cambridge en Gran Bretaña afirma estar trabajando en un método para reducir los costos a unos 10 dólares por kilogramo. 
El señor Bisk aduce que la bomba atómica se tardó cuatro años entre la decisión de fabricarla y utilizarla. Que siete años transcurrieron entre decidir y colocar un hombre en la luna.  Considera razonable, en consecuencia, que para el 2020 o antes, existan procesos industriales económicos para producir nanotubos.