Analistas

Plan de la Esperanza

Por todos es conocida la sabia consigna “la unión hace la fuerza”, sin embargo a pesar de aludir a la misma en diferentes contextos, las conductas y prácticas adoptadas por el partido gobernante que la tiene como insignia, representan todo lo contrario por haber servido para dividir, polarizar y estigmatizar, a tal punto que convenció a mucho incauto que quienes no están con ellos, están contra ellos. 

Contrario a lo que quiere hacer notar el candidato presidente, actitudes como esa es solo hacer guerra sucia y no la paz. Es falso y lleno de pretensiones indeseables convertirse en dueño único de un tema prioritario como la paz, pero sobre todo, demasiado peligroso para el futuro del país. Urge que su contienda electoral tome otros matices so pena que el interés nacional acabe aún peor por esos egos. En lugar de engañar al pueblo ó más grave todavía, llevarlo a que se acostumbre al paternalismo de un Estado benefactor que hasta casas regala y así fomenta la pereza, el facilísimo, la sinvergüencería y de suyo, la delincuencia que está detrás de tretas corruptas como ésta; el Estado debe sobre todo enseñar a pescar de la forma más productiva, vale decir impartir la mejor educación posible a todos.

De ahí creo sobre todo que debemos reforzar la concienciación en educar para la paz, no a lo valluno, donde valluno come valluno y así por celos y envidias acaban con la dignidad y reputación del que sea, lo que espero erradiquemos de raíz porque actitudes dañinas como esas tan visibles y palpables entre las burguesías de izquierda y derecha, no han hecho sino servirle a los intereses oligárquicos.

Así la mayoría de elites y seudo-aristocracia que dominan los escenarios públicos y privados, se convierten en idiotas útiles de un establecimiento depredador y corrupto que solo satisface las exigencias de los poderosos, pero olvida e ignora los reclamos y demandas legítimas de los más necesitados, lo que consiguen al desviar y distraer su atención con sofismas perversos como los de la casa gratis.

Estimo que la principal amenaza que se cierne en cualquier democracia llámese de izquierda o de derecha, es caer en el populismo y la demagogia exacerbada y rampante como lo muestra el actual gobierno, que ante su incapacidad de basar la campaña reeleccionista en ideas y propuestas plausibles que cambien las nefastas tendencias, se llenó de engaños y maquinaciones que le sirven de trinchera.

Al respecto el Centro Democrático ahora con el determinante y decisivo refuerzo  del Partido Conservador, representa no solo la mayor diferencia doctrinaria y programática contraria a seguir con más de lo mismo, llamase izquierda ó derecha, sino ante todo la única alternativa viable para transformar sosteniblemente en su orden las estructuras políticas, sociales y económicas como lo requiere la nación.

Por eso presentan propuestas y programas que responden a alcanzar la paz sin que ésta signifique mayores costos de diferente índole, sino por el contrario que realmente conllevan al beneficio general, en especial y en particular entre quienes han sido las víctimas que verdaderamente necesitan justicia y reparación; ligerezas que es preciso corregir con los acertados términos de negociación que plantean. Acerca de la gran cenicienta dentro de los deberes y responsabilidades del Estado, vale decir los relacionados con la educación, tan maltrecha, manipulada y olvidada por el gobierno actual, el compromiso fehaciente es ofrecerla pública universal gratis y de primera calidad a los sectores menos favorecidos de la población, lo cual se convertirá en una exigencia de la cual todos debemos volvernos fiscales. Sobre el empleo y el trabajo las propuestas trascienden los diferentes sectores productivos desde el agropecuario y de explotación de recursos naturales, al industrial y  manufacturero, hasta el de los de servicios de toda índole, para adecuarlos a las circunstancias actuales y elevar la calidad y el nivel de innovación científica que los respalda y sustenta de forma tal que los coloque a la vanguardia.

Un imperativo nacional deberá ser aprender a perdonarnos, por eso propongo que el próximo Plan de Desarrollo se denomine “Plan de la Esperanza: hacia la Desestigmatización y  despolarización”; pero que además se asuma ésta consigna al cierre de campaña. Así podremos llegar a la tan anhelada cohesión social que esperamos venga del temperamento conciliador y sensato de nuestro candidato.