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Pobreza o inequidad: ¿quién va primero?

Como era de esperarse, desde el lanzamiento de su libro, el Capital en el Siglo XXI, Thomas Piketty ha recibido críticas de diferentes sectores académicos. Entre estas, quiero destacar la de la economista de Harvard Deirde McCloskey, quien sugiere que los gobiernos se deben preocupar en combatir la pobreza más que la inequidad.  El mejoramiento del bienestar de los más pobres resultará espontáneamente del crecimiento económico con la supervisión de un estado mínimo. Basada en los principios de Robert Nozick (Anarquismo, Estado y Utopía), bajo la idea del individualismo social, su argumento deriva un axioma moral muy importante: es malo sacrificar a un individuo por el bien de otro. 

Norzick usa un experimento muy llamativo, la lotería de ojos: en el mundo hay gente ciega, si imaginamos el trasplante de ojos como una cirugía siempre exitosa ¿deberíamos, entonces, redistribuir los ojos? Y en ausencia de donantes voluntarios ¿deberíamos hacer una lotería obligando a los perdedores a donar un ojo? Norzick caracteriza su teoría de justicia basado en el término entitlement (derecho a): lo que determina que una situación sea o no justa no es la necesidad, sino el derecho sobre la propiedad. Así, cada individuo tiene el derecho a tomar la decisión sobre sus posesiones, en éste caso sus ojos, mientras que un estado mínimo debe garantizar tal derecho. Desde esta perspectiva Piketty desconoce el principio de justicia social como derecho de propiedad individual otorgado por el proceso de adquisición de riqueza.

En cambio, Piketty basa su argumento en un principio filosófico propuesto por John Rawls (Teoría de la Justicia Social). No se puede construir un modelo de justicia social consultando a cada individuo, pues cada uno justificará y defenderá la estructura económica y social que más le convenga. Así, en nuestro ejemplo, aquellos con dos ojos abogarán por una sociedad basada en el derecho de propiedad, mientras los ciegos preferirán una sociedad más igualitaria.

Para Rawls, el concepto de justicia debe ser elaborado bajo un principio de imparcialidad. Propone una deliberación bajo un velo de ignorancia, es decir, que nadie conozca su lugar en la sociedad: clase, estrato social, capacidades naturales, inteligencia o, para el ejemplo, si tiene ojos. Concluye que las desigualdades económicas y sociales son tolerables, pero han de ser estructuradas de forma que beneficien al individuo con el bienestar más bajo.

Pero, ¿cómo saber si el crecimiento contribuye al bienestar del más pobre? En EE.UU. la concentración del ingreso en el decil superior de la distribución pasó de un tercio a la mitad en los últimos 30 años. Quiere decir que el 70% del crecimiento en EE.UU. fue absorbido por el 10% superior (más aún: por el 1% superior). La torta creció en promedio 1,7 del PIB, y si, 70% de este incremento se concentra en los ciudadanos más ricos, no es tan claro que el crecimiento mejore al más pobre. 

En 2011, el movimiento Occupy Wall Street, se convirtió en una forma social de rechazo en contra del dramático crecimiento del poder corporativo, la desigualdad y la sistemática evasión fiscal del 1% más rico. Su convocatoria fue viral y en la misma semana concentraciones análogas se adelantaron en México, Toronto, Tel Aviv, Tokyo, Sydney, Londres, entre otras ciudades de EE.UU. y Europa. El mensaje fue: we are the 99%.

Es innegable la importancia de erradicar la pobreza en el mundo, pero cuando una sociedad comienza a dar muestras de descontento generalizado, cabe preguntar si el crecimiento de la torta está contribuyendo efectivamente a una mejora del bienestar del menos favorecido, o si por el contrario fomenta la creación de tensiones sociales. Piketty concluye que la desigualdad no necesariamente deriva espontáneamente del capitalismo, sino que resulta de políticas adoptadas. Si aquellos que nacieron en una situación de privilegio original tienen una mayor propensión para acumular riqueza, un estado de bienestar sería la mejor opción para ejercer justicia social.