Analistas

Por ahora lo importante es caminar

Para echar mi cuarto a espadas sobre el complejo tema del Proceso de Paz que ha puesto a andar el Presidente Santos, es preciso aclarar que la perspectiva desde lo regional, tiene una mirada particular. Con mayor razón si se hace con la experiencia del manejo del conflicto en el departamento mayormente afectado por problemas de orden público como es el Cauca, en donde se presentan todos los problemas derivados de la situación de ausencia de paz que ha vivido el país en el último medio siglo.

Nadie podría sensatamente oponerse a intentar un proceso de paz. Es sencillamente absurdo pensar en convocar consultas populares o plebiscitos para preguntarle a los ciudadanos si están o no de acuerdo con este tipo de acciones. Se vuelve inoficioso gastar los dineros públicos para conocer lo que ya es una verdad de a puño, y es la que por todas las expresiones de opinión ya se conoce, o sea la de apoyar al Presidente -que debe obedecer a un mandato constitucional- para buscar la paz como derecho de todos los ciudadanos. Distinto es adentrarse por los caminos que deben seguirse para asegurar que no se está perdiendo el tiempo,  o arriesgando esfuerzos que por ningún motivo pueden ser inútiles.

En mi concepto, el haber aceptado negociar sin cese al fuego, es lo políticamente correcto. De otra manera se incurriría en los errores anteriores, que terminaron fortaleciendo a la guerrilla y volviendo indefinido el proceso. La Fuerza Pública se tornaría desconfiada e ineficaz, pensaría que de nada han valido sus esfuerzos y sacrificios para estar hoy en una posición más que ventajosa frente a la subversión armada. Por allí las cosas han sido bien manejadas.

De otro lado, el discurso de las Farc puede seguir siendo altisonante y repetitivo. Además de manejarse más para la platea que para la mesa de negociación. Así lo dejó sentir Timochenko, en su oratoria del día de la firma. El Gobierno no puede ser igual. No puede entrar en el debate sobre las causas estructurales del conflicto, porque eso está harto conocido y no sirve para negociar. Solo permite que indefinidamente se hable y se hable, sin llegar a los puntos concretos que pueden ser materia de un acuerdo que lleve a que no se dispare más.

El mayor enemigo del proceso -además de la posición intransigente que siempre han demostrado las Farc-  es el tema del tiempo. Se que es extremadamente difícil manejar las mismas nociones de tiempo. Recuérdese que la guerrilla colombiana es esencialmente de origen rural, mientras el equipo negociador del Gobierno es urbano. No tienen porque asumir que sus tiempos son los mismos. Pero por lo menos ambos pueden sentarse con fechas límites, más allá de las cuales no podría seguirse con la negociación. Si desde un principio esto no queda fijado, se corre el peligro de pedalear en una bicicleta estática.

También apunto como hecho positivo, que se negocie fuera del país. Se pudo avanzar hasta donde se llegó, por dos razones fundamentales: se hizo en La Habana y no en Cartagena o en las montañas del Cauca y luego, se procedió con extremo sigilo, bien guardado hasta casi dos días antes de la firma. De otro modo, no se hubiera definido ni siquiera lo mínimo.

Hasta el momento,  se ha podido encontrar un camino y nada más en concreto. Pero esto ya es importante como lo ha expresado la opinión internacional, que siempre jugará un papel nada despreciable. ¿Que existen voces que no están de acuerdo? Faltaba más que no las hubiera en un país tan fracturado como el nuestro. Están en todo su derecho de hacerlo y no pueden ser por esto estigmatizados. Se deben respetar y escuchar con  serenidad sus argumentos, si no caen, eso sí, en el personalismo y la falta de objetividad.

Afortunadamente, el proceso electoral venezolano está pronto a acabarse. Elegido o derrotado Chávez -lo primero es lo más probable- es más fácil apartarlo de su influencia nociva y su deseo de participar activamente para su provecho político en los asuntos internos colombianos.

Así que demosle un nuevo chance a la paz y hagamos votos porque las cosas empiecen a marchar dentro de los términos prudentes que se aconsejan para un asunto de semejante complejidad.