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¿Precios bajos = buenas noticias?

La notable reducción en el precio internacional del petróleo, que ha caído 40% en los últimos cinco meses, tiene repercusiones de la mayor importancia para los mercados globales. Del lado de los países productores, el impacto incluirá menores ingresos para las economías locales, con implicaciones particularmente significativas para las rentas internas en aquellas naciones, incluida Colombia, con alta dependencia de las ventas de crudo. 

En la actualidad, el petróleo y sus derivados representan la mitad de nuestras exportaciones. En lugares como Ecuador y Venezuela dicho valor supera el 90%. Estas cifras contrastan con lo observado en la mayoría de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), quienes cuentan con mercados ampliamente diversificados y con una alta participación de los sectores de servicios y manufactura.

Esta realidad debería ser un nuevo llamado de atención para las políticas macroeconómicas del país, en donde cada vez resulta más evidente que debemos dejar de ser una economía primaria para evolucionar hacia una basada en el conocimiento y la innovación. La documentación y literatura existente muestran que en el actual mundo globalizado, la generación de valor agregado es una de las estrategias más efectivas para promover el avance económico.

En una economía del conocimiento es inherente el empleo de calidad así como la mayor rentabilidad de las operaciones comerciales. Esto combinado con la necesidad de profesionalización y mejora permanente de la fuerza laboral, lo que lleva a resultados sostenibles en el tiempo a mediano y largo plazo. Dichos componentes son antagónicos a lo que se observa en un caso como el colombiano en el que la alta dependencia a la explotación de recursos naturales se limita a beneficios coyunturales de corto plazo, con pocos aportes en términos de productividad y competitividad y que vienen acompañados de toda suerte de externalidades negativas.

En tal sentido, la reducción de precios de la principal materia prima que exportamos podría ser la más oportuna de las noticias para nuestro futuro. A lo mejor esta situación, que puede ser de largo alcance si se consolidan los resultados de la explotación de hidrocarburos no convencionales en diferentes lugares del mundo, nos obliga de una vez por todas a considerar la calidad de la educación y la inversión en ciencia y tecnología como prioridades del Estado. Todo esto para avanzar hacia una verdadera industria manufacturera y de generación de servicios y de valor agregado que sean demandados por los mercados mundiales.

En este último contexto, el Gobierno Nacional continúa enviando señales contradictorias. Por un lado se cuenta con la excelente iniciativa del Ministerio de Educación de otorgar becas a los mejores bachilleres de familias de bajos ingresos para que puedan tener acceso a las principales universidades del país. Por el otro, seguimos teniendo indicadores vergonzosos, incluso para economías emergentes, en lo que se refiere a inversión pública en ciencia e innovación (el presupuesto nacional incluye menos del 0.1% del PIB para dicho sector).

Sea entonces el momento y la excusa que necesitamos para decidir lo que deseamos construir y heredar a las futuras generaciones. ¿Queremos ser recordados como quienes consumieron los recursos naturales para beneficio inmediato, o como la sociedad que sentó las bases para que Colombia se convirtiera en una nación desarrollada?