Promesas de último minuto
lunes, 16 de junio de 2014
En Colombia, terminó por fin la incertidumbre electoral. Con el triunfo del Presidente Santos ganó también una nueva Unidad Nacional “Ampliada”, que es la misma de antes, pero ahora teñida de visos verdes y amarillos, donde, cobijados bajo las banderas de la paz, conviven armónicamente Gustavo Petro y Roberto Gerlein o Claudia López y Yahir Acuña. La primera magistratura estuvo tan intensamente disputada que llevó a que ambos candidatos buscaran apoyos electorales de toda naturaleza e hicieran promesas de último minuto para consolidarlos. Algunas de estas ofrendas, pasadas las elecciones, comienzan a causarle gran inquietud al país, por lo que vale la pena mencionarlas desde ya para que oportunamente hagan parte del debate público y académico.
La primera es la de revivir el pago de horas extra. La propuesta es, sin lugar a dudas, un brutal acto de inconsistencia dinámica, si se tiene en cuenta que fue el mismo Gobierno el que, tan solo tres meses atrás, pidió al Congreso de la República hundir esta iniciativa. Para entonces, se tuvo en consideración, de manera acertada, la necesidad de darle continuidad al proceso de flexibilización del mercado laboral colombiano. El país no ha cambiado en tan pocas semanas. Por muy dinámica que sea la política, lo que antes era malo no puede volverse bueno de un momento a otro. Encarecer la contratación de mano de obra reduce aún más la competitividad salarial de nuestra economía, impidiéndonos crecer más y generar nuevos puestos de trabajo, al tiempo que dificulta que los millones de colombianos que todavía no tienen un empleo lo consigan de manera formal.
La segunda promesa peligrosa es la fortalecer las cajas de compensación familiar, entidades que, al igual que los sindicatos, dieron su apoyo al Presidente Santos en los últimos días de campaña, el momento en el que los respaldos se venden más caros. El nocivo parafiscal que financia las cajas impide que en el país se avance en términos de calidad del empleo. En efecto, el desmonte de los parafiscales antes destinados al Sena y al ICBF a través de la pasada reforma tributaria ha empezado a rendir frutos sobre los niveles de formalización de la economía colombiana. El paso lógico es desmontar, de igual forma, el aporte a las cajas de compensación familiar, un absurdo impuesto a la contratación de mano de obra que financia la construcción de piscinas en Melgar. Con los acuerdos a los que han llegado el Gobierno y Asocajas, esta posibilidad luce cada vez más lejana.
Mentir nunca será un recurso válido, mucho menos en política. Sin embargo, muchas promesas electorales son incumplidas, tal como lo registra una vasta literatura alrededor del mundo. En Colombia, donde la política es dinámica, es mucho lo que sabemos al respecto. Las sorpresas que nos llevamos los electores son a veces positivas, como cuando nos encontrarnos con un candidato elegido bajo un mandato guerrerista adelantando los anhelados diálogos de paz o suscribiendo la necesaria ley de tierras. Otras sorpresas son negativas, como cuando nos incumplen la promesa de desmontar el perverso impuesto del 4 x 1000. En mi opinión, el no cumplimiento de las ofertas de revivir las horas extra y de mantener de las cajas de compensación a través del impuesto a la contratación de mano de obra formal sería una buena noticia para el país. Los que escogimos al Presidente lo hicimos no solamente por su promesa máxima de la paz, sino también por la confianza que bajo su liderazgo nuestra economía no se descarrilará.