Los años preelectorales son económicamente complejos. Los gobiernos que no han logrado construir consenso en torno al éxito de su gestión, o que pretenden permanecer un periodo más en el poder, tienen que arbitrar muchas veces entre lo técnicamente fundamentado y lo electoralmente redituable. En el caso de Colombia, la caída en la popularidad del Presidente en pleno comienzo de su tácita campaña reeleccionista, ha permitido a más de un sector económico pescar en río revuelto un cardumen de favores por parte del Gobierno. Así como dichos sectores continuarán la arremetida en favor de políticas proteccionistas y subsidios directos, no hay nada que permita prever el cese de las presiones por la adopción de mayores medidas en contra de la revaluación del peso.
La cotización del dólar el pasado viernes se ubicó cerca 50 pesos por encima del dato de cierre de 2012. Este movimiento es relativamente pequeño y no está exento de una posible reversión, por lo que resulta prematuro hablar de un cambio estructural en los niveles o en la tendencia del tipo de cambio. Pese a la huelga en el carbón, los paros y bloqueos, no hay un freno abrupto a la entrada neta de divisas, por lo que - salvo una catástrofe en nuestra economía - un tipo de cambio sostenidamente por encima de 1900 pesos luce virtualmente inalcanzable. Su materialización requeriría nuevas medidas de política cambiaria o una intensificación de las actuales.
Analizando las medidas propuestas por el Gobierno, se encuentra que algunas son difícilmente realizables, otras poco efectivas y otras, de implementarse, tendrían grandes costos para la sociedad. Las menos probables, de momento, son: i) controles de capital, que pondrían freno a la inversión en un momento de desaceleración, ii) la generación de ahorros fiscales, impensable en el actual panorama político, iii) la propuesta de limitar el endeudamiento de Ecopetrol en dólares, que significa imponer un sobrecosto que lastima el gobierno corporativo de una empresa que cotiza en bolsa y que debe ser manejada con criterios de eficiencia y rentabilidad. Dentro de las poco efectivas se destaca la reducción de la deuda del gobierno en dólares, pues el monto propuesto (mil millones de dólares adicionales) es pequeño frente al tamaño del problema cambiario y porque un endeudamiento en pesos también resulta revaluacionista, dado que buena parte del mercado buscará fondearse a través de las mejores tasas disponibles en el mercado externo. Otra medida que ha mostrado no ser muy efectiva es la hoy posible reducción de la tasa repo, que aunque cierra el diferencial de tipos de interés frente a la economía mundial, no se transfiere proporcionalmente a las tasas de mercado.
Por todo lo anterior, muchos se la juegan a presionar una multiplicación de la compra directa de divisas. Esta medida tiene un peligroso costo fiscal. En el 2012, la compra total de dólares por parte del emisor fue de 4,8 mil millones, generando tras su esterilización una pérdida cuasifiscal de 0,43 billones de pesos. En 2013, el ritmo de compra de 40 millones de dólares diarios llevaría a una pérdida para el erario del orden de 0,9 billones de pesos. Un ascenso hacia el ‘dólar Cárdenas’ (a 1.950 pesos) vía compra de divisas, podría llevar la pérdida del emisor a cerca de 1,5 billones de pesos.
En mi opinión, fabricar un tipo de cambio inalcanzable en condiciones de mercado es difícil y muy costoso. Una devaluación favorece a todos los sectores exportadores, pero beneficia más que proporcionalmente a los no intensivos en mano de obra, como minerales e hidrocarburos. Valdría la pena evaluar cuál es el costo de oportunidad de estos recursos, y si existe una manera de invertirlos con un criterio de progresividad sectorial basado en el empleo, por ejemplo, o en programas más realizables que los movimientos transitorios del tipo de cambio. Llegó el momento de repensarse el debate cambiario.