Editorial

Ahora sí, Europa debe olvidarse de Gran Bretaña

El Partido Conservador Británico lo tiene todo, con su líder Boris Johnson a la cabeza, para avanzar en su salida final de la Unión Europea y construir en una Gran Bretaña sin ataduras

Editorial

Algo no queda claro luego de los contundentes resultados de las elecciones generales en Gran Bretaña del pasado 12 de diciembre, y es lo que tiene que ver con la sonada manipulación del Brexit ocurrida hace tres años durante el referendo que votó a favor de abandonar la Unión Europea. El líder de ese movimiento, Boris Johnson, consiguió suficiente respaldo para hacer aprobar el acuerdo de salida que ya había adelantado con Bruselas. Como dice la sabiduría popular “el que es caballero repite” y eso parece ser lo que sucedió en las elecciones británicas, resultados que precipitan el proceso de salida para antes del 31 de enero de 2020, fecha fijada por las autoridades europeas.

Las elecciones británicas no solo orbitaron sobre el Brexit, un tema que solo les preocupa a los europeos y al resto del mundo, hubo otros temas neurálgicos puestos para el debate: la continuidad de un modelo económico respaldado por los conservadores versus un programa económico de izquierda defendido a ultranza por el líder Jeremy Corbyn, quien ofrecía reversar los tradicionales aires liberales británicos. A todas luces, las mayorías se zanjaron por cambiar de una vez por todas la agenda monotemática de los últimos cuatro años y se fueron por el camino rápido de salir de la Unión Europea. Por primera vez, no hay discusión eterna y es un hecho que los países comunitarios tendrán que reinventar una zona comunitaria sin Gran Bretaña, que garantice la permanencia de los países que aún le apuestan a ese sueño muy a pesar de las enormes desigualdades entre los participantes.

El reto doméstico en Gran Bretaña es construir una unión interna muy distinta a la actual, pues la política de Irlanda y Escocia ha retomado nuevos brios. Mientras en Irlanda del Norte, los unionistas perdieron terreno, el Sinn Fein mantuvo sus posiciones con cierto aire triunfalista, no obstante, los grandes beneficiados fueron los adeptos al Partido Socialdemócrata Laborista y al Partido de la Alianza de Irlanda del Norte, de cierta fuerza nacionalista.

En el frente escocés, el Partido Nacionalista Escocés se convirtió en el ganador absoluto y toman una segunda oportunidad luego del fracaso en el referéndum de independencia en 2014; ahora el frente de lucha es interna ante la realidad de que se cite una nueva consulta sobre la permanencia de Escocia en la unión británica para permanecer en la Unión Europea, tal como lo hicieron pequeñas naciones de la vieja Yugoslavia y otros más grandes de la Cortina de Hierro que apenas vieron la posibilidad adhieron a Europa para consolidar su identidad nacional.

Obviamente, los cambios políticos en el Viejo Continente no se dan de un día para otro, por tanto, no sería ingenuo esperar a que la dinámica política vuelva a cambiar. Los británicos votaron a favor de salir la Unión Europea el 23 de junio de 2016 y solo hasta ahora están dando el paso definitivo; como se ve, las cosas tienen una dinámica para que queden bien hechas dado que la votación de ese entonces fue muy apretada: 48,1% de los británicos estuvo a favor de quedarse, mientras que 51,8% decidió recuperar su autonomía y dejar que los otros 27 países hagan su suerte y sigan fortaleciendo una moneda única, pero sin una constitución ni unas obligaciones fiscales reales que puedan cofinanciar las desigualdades entre países.

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