Editorial

Al oído del candidato Petro

Así como Colanta no es dueña de todas las parcelas productoras de leche, los ingenios tampoco son dueños de todos los sembrados de caña

Editorial

Con el paso de los días la temperatura electoral comienza a calentar los ánimos de los presidenciales y de sus seguidores, y poco a poco, las palabras que no se querían pronunciar empiezan a salir a gritos en los discursos. Eso fue lo que hizo el candidato, Gustavo Petro, en un discurso de plaza pública al ofrecer comprar tierras privadas dedicadas a la agroindustria desde hace siglos, para reconvertirlas en bienes comunitarios. Lo hizo esta semana al referirse a los cultivos de caña de azúcar extendidos desde tiempos coloniales por todo el valle geográfico del río Cauca, que va desde Quilichao, en el norte del departamento del Cauca y atraviesa todo el departamento del Valle hasta llegar a La Virginia en Risaralda. Cultivos que han desarrollado una agroindustria de punta que beneficia a unos 50 municipios de varios departamentos. La caña genera 190.000 empleos formales a través de 13 ingenios, miembros de Asocaña, dedicados a producir azúcar, etanol, entre otros productos. Su modelo de producción agraria es un éxito probado que le ha permitido a esta región ser una de las más prósperas de Colombia.

No todas las tierras son de los ingenios; hay más de 3.000 predios de propietarios de todos los tamaños, quienes se han asociado como productores y alquilado sus terrenos para cultivar caña, al tiempo que la industria de grandes inversiones y de tecnologías de punta han generado empleos como ningún otro cultivo. Desde hace casi tres siglos existe una estrecha relación entre los tenedores de la tierra y los industriales en beneficio de las comunidades, al punto que hay varios resguardos indígenas del norte del Cauca que son proveedores de la industria azucarera. Y así las cosas, las palabras del Candidato de izquierda no solo desconocen la realidad del cultivo, la industria y la región, sino que atiza resentimientos sociales donde no lo hay.

Es un error craso: es como pedirle a la exitosa cooperativa de productos lácteos, Colanta, que venda sus fincas de producción lechera al Estado para diversificar la explotación ganadera, olvidando deliberadamente que hay más de 500.000 familias que venden leche a cooperativas como esa, entre otras.

Lo mismo puede decirse de las fincas cafeteras de la Federación Nacional de Cafeteros, que no existen, solo para generar confusión en modelos económicos agroindustriales que han sido exitosos. Pero lo peor no es pronunciar palabras ardientes para entusiasmar a las multitudes, es hablar de venderle propiedades al Estado, pues cuando un mandatario local, regional o nacional, pone sus ojos en una propiedad privada, solo tiene un desenlace: la expropiación. Y esa acción propia del Estado comunitario, socialista o progresista, si está calcada de lo que sucedió a partir de 1999 cuando el desaparecido, Hugo Chávez, llegó al poder en Venezuela, quien ejerció su mandato a partir de la expropiación de las propiedades privadas que eran la espina dorsal de esa economía petrolizada; acción que a la postre dejaría en ruinas al aparato productivo del vecino país y que se ha convertido en el fantasma que acecha a los colombianos de cara al presente debate electoral.

Quizá con esas palabras, el Candidato que pregona una “Colombia Humana”, cruzó el Rubicón y destapó un escenario real al que se tendrán que enfrentar otras propuestas políticas que defiendan la propiedad privada, la generación de empleo formal y modelos agropecuarios e industriales que están funcionando.

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