Editorial

Cancilleres y embajadores de papel

Perder 180.000 kilómetros cuadrados de mar debe tener responsables y traer a colación quiénes son nuestros diplomáticos

Perder 180.000 kilómetros cuadrados de mar debe tener responsables y traer a colación quiénes son nuestros diplomáticos

La pérdida de 180.000 kilómetros cuadrados de mar en el Caribe debe tener responsables directos. Esa rica porción de océano no la perdimos todos los colombianos, la perdieron los embajadores en la Haya, en Managua y los ministros de Relaciones Exteriores que nunca supieron jerarquizar la magnitud del problema. Por supuesto debe haber responsables y es la Procuraduría, la Contraloría y el Congreso de la República quienes deben actuar como entes de control y vigilancia de los servidores públicos.

No nos llamemos a engaños: por más bravos que nos pongamos en contra de la Corte Internacional de Justicia poco vamos a lograr y lo único que haremos será incubar un problema internacional mayor con los países de Centroamérica y el Caribe, que van a respaldar a Nicaragua. No olvidemos que Daniel Ortega, actual mandatario de ese país, es afecto e incondicional de Hugo Chávez, Evo Morales, Cristina Kirchner y de uno que otro mandatario de pequeñas islas del Caribe. La derrota en la Haya ha sido catastrófica y es de la dimensión de la pérdida de Panamá a comienzos del siglo XX.

El cuerpo diplomático colombiano en la mayoría de los casos es improvisado y obedece a pagos políticos a empresarios que financian campañas; a parientes y amigos de senadores que respaldan a los presidentes de turno, y a cercanos del mismo Presidente. Y en la situación del diferendo con Nicaragua, los ministros de Relaciones Exteriores tiene una inmensa responsabilidad por haber dejado llevar esa inconformidad a la Corte, cuando ya existía un tratado que nos daba soberanía absoluta. Los entes de control y vigilancia deben revisar si incurrieron en errores de manejo para tomar las medidas pertinentes. Y los mismos ex presidentes no se pueden lavar las manos y echarle la culpa a los magistrados de la Corte Internacional. Recordemos que el mismo ex presidente que hoy pide desacato total al fallo fue quien nombró a un canciller fugado del cautiverio donde estuvo secuestrado por muchos años, para que llevara las riendas exteriores, y quien a su vez fue reemplazado por un relacionista público que nada hizo. Ese tipo de desaciertos son los que se deben castigar para no volver a cometer los mismos errores.

Tenemos un cuerpo diplomático de papel y ese es el error más grande del país en su política de relaciones exteriores. Que el insuceso de San Andrés y los cayos -que han quedado como unos verdaderos enclaves- nos sirva para tomar correctivos, para castigar y para aprender a que el nombramiento de cónsules, embajadores y cancilleres no es un asunto de pagos políticos. El país económico se juega su presencia en el mundo con esos nombres. Llegó la hora de correctivos internos.