Editorial

China quiere mantener su crecimiento ‘a la berraca’

<p>China se ha aferrado a un crecimiento económico por encima de 7% para mantener el tren de influencia política en todos los continentes</p>

“Ahora que la economía global entra en su séptimo año de débil recuperación, es hora de empezar a preguntarse cuándo afrontará el mundo su próxima crisis -y qué será lo que la motive. En los últimos 50 años se ha producido una recesión global cada ocho años, por término medio, por lo que la siguiente puede estar fraguándose. Es difícil determinar cuándo se producirá exactamente. Pero el pánico político en Pekín en torno a su divisa y la caída de su Bolsa sugieren que la próxima recesión global probablemente será “Made in China”.

Así lo analiza Ruchir Sharma, autor del libro, “Países emergentes: En busca del próximo milagro económico” y quien es uno de los especialistas en la realidad económica china. Dice el analista que “el problema es que el crecimiento económico experimentado recientemente por China se ha visto facilitado por una masiva campaña de estímulos insostenible. Ninguna nación emergente desde que hay registros históricos ha acumulado deuda a un ritmo tan frenético como lo ha hecho China desde 2008, y el rápido incremento de la deuda es el indicador más fiable de ralentizaciones económicas y crisis financieras. La deuda de China como proporción de su PIB aumentó 80 puntos porcentuales entre 2008 y 2013 y se sitúa en la actualidad en torno a 300%, sin signos de que vaya a reducirse. Los políticos de Pekín han intentado mantener un objetivo de crecimiento poco realista y aleatorio de 7% facilitando que el crédito barato dé lugar a una burbuja detrás de otra -primero la vivienda y más recientemente la Bolsa- sólo para presenciar su colapso”.

Son las palabras más ajustadas a lo que está ocurriendo en los mercadosen las últimas semanas cuando la autoridad económica china decidió devaluar su moneda, aprobar que sus fondos de pensiones inviertan en la bolsa de valores y bajar las tasas de interés además de ablandar los requisitos para acceder a los créditos estatales. Toda una batería de acciones que no tienen un objetivo diferente a hacer que la economía china mantenga su crecimiento de 7%, una cifra que se ha convertido en una suerte de paradigma para los países emergentes que viven de venderle materias primas a la segunda economía más dinámica del mundo.

Sharma concluye diciendo que “los políticos chinos no parecen dispuestos a aceptar quelas crisis son algo normal incluso para las superpotencias económicas, tal y como ha demostrado a menudo EE.UU. Durante el pasado siglo, ese país sufrió una docena de recesiones y una Gran Depresión pese a seguir siendo la primera economía mundial. Pero Pekín tiene poca tolerancia hacia los ciclos económicos y está esforzándose por estimular sectores que en otro caso querría ver perder peso, como inmobiliario, infraestructuras o exportaciones. Dado el exceso de inversión en estas áreas y la elevada deuda que aún pende sobre la economía china, es poco probableque estos esfuerzos den pie a una mejora sostenible”.