China, un nuevo socio comercial muy desconocido
miércoles, 25 de octubre de 2023
China ha invertido cerca de US$175.000 millones desde el año 2000, una manera eficaz de extender su influencia política, pero en el fondo solo quiere hacer negocios más rentables
Editorial
Colombia ha sido un país esquivo a las inversiones chinas, mucho más tradicionales y bien vistas en países del vecindario. La presencia del motor de la economía mundial es evidente en Brasil, Argentina, Chile y Perú, países en los que no solo realiza grandes obras de infraestructura, al ritmo de puertos, aeropuertos y autopistas, sino que genera electricidad, explota minas y compra materias primas. Es el primer socio comercial de Brasil, Chile y Perú, por tanto, una buena pregunta es, por qué en Colombia no es tan elocuente la presencia del dinero chino, muy a pesar de que están detrás de algunas 4G, la primera línea del metro de Bogotá y algunas minas de oro en Antioquia.
La respuesta es clara: porque Colombia tiene una relación muy estrecha con Estados Unidos que no ve con buenos ojos las movidas económicas de los chinos en la región. El modus operandi de China en los países subdesarrollados es el mismo: identifica grandes obras de infraestructura, gana las licitaciones disruptivas, las financia con dinero estatal, arma grandes tribunales de arbitramento para asegurar sus inversiones y mantiene una excelente relación con los representantes del Estado en el territorio, es decir, con concejales, alcaldes y gobernadores, no se desgasta con el Gobierno Central; más o menos así ha operado en África y Centroamérica.
Las inversiones del país asiático llegaron a comienzos del siglo por el lado de las materias primas, tal como ocurrió en los años 90 en el sudoeste asiático y Australia, con los commodities, que fueron su primer objeto de deseo; posteriormente aseguraron su presencia a largo plazo ganando, a como dé lugar, licitaciones que les permitan la explotación de impuestos indirectos, como peajes o cobros locales por comercio exterior, y finalmente, les atraen los países con tratados de libre comercio con Estados Unidos (como Colombia), para poder producir en estos terceros y vender en Norteamérica.
La diversificación de las inversiones chinas se está trasladando a las manufacturas, un fenómeno visto en México en donde la presencia China aumenta cada año. De momento, el grueso de la inversión de China en Colombia está en la infraestructura, el petróleo y la minería, pero poco a poco se nota más que el país es más atractivo como plataforma de exportación, no solo a Estados Unidos, sino a destinos en la cuenca del Pacífico.
Colombia no cuenta con un tratado de libre comercio con China, uno de los más claros objetos del deseo asiático, un proceso que podría demorarse una década, pero que la visita oficial del presidente, Gustavo Petro, puede acelerar. Pocas cosas le puede vender Colombia a China, en una balanza comercial claramente deficitaria, pero muy interesante en términos de facilidades para hacer transferencias tecnológicas.
Desde hace un par de años, China es el segundo receptor de las exportaciones colombianas y el principal país de origen de las importaciones. Colombia vende unos US$4.000 millones, 14% de las ventas externas del país. Es un comercio muy dinámico que crece a una tasa de 18% anual, muy en consonancia con lo que sucede en el vecindario; un TLC con China no es necesario, incluso podría ser hasta peligroso de cara a la debilitada industria nacional. Colombia no puede cerrar sus puertas a los negocios con China, pero tampoco caer en cuentas alegres.