Editorial

Colombia sigue en deuda con el Pacífico

No solo es el atraso de Nariño, Cauca, Chocó y parte del Valle, sino la pobre infraestructura para sacar provecho comercial

No solo es el atraso de Nariño, Cauca, Chocó y parte del Valle, sino la pobre infraestructura para sacar provecho comercial
El origen de la Alianza del Pacífico es la ‘Declaración de Lima’ suscrita en la capital peruana el 28 de abril de 2011. Allí se plasmaron los pilares de un bloque regional que empieza a caminar por la simple condición de que los mandatarios que la impulsan tienen la misma comunión económica y política, creen en el libre mercado, la apertura, la globalización y el libre intercambio de bienes y servicios entre los países que cuentan con salida a la cuenca, y hoy por hoy, más dinámica en comercio internacional: el sudoeste asiático.
No es una alianza de ideas políticas dejada al vaivén de los cambios de gobiernos, es una alianza económica que busca aprovechar sinergias entre sus miembros, y lo mejor de todo, que se abre paso como el segundo mercado en este continente con puertas a los grandes mercados emergentes del siglo XXI como son China, India y Corea del Sur. Colombia siempre ha sido consciente de su gran oportunidad en Asia y la costa oeste de Estados Unidos y Canadá, pero poco han hecho los gobiernos centralistas para pasar del dicho al hecho.
Colombia siempre ha sido más Caribe que Pacífico. El único presidente que de verdad le abrió los ojos al país sobre sus posibilidades en la cuenca del sudoeste asiático fue Virgilio Barco en tiempos en los que se empezaban a configurar como milagros económicos los ‘tigres asiáticos’, que hoy ya no son un caso de estudio sino una realidad mundial de transformación. Hablamos de Malasia, Singapur, Corea del Sur y Taiwan. Si hubiésemos sido consecuentes con esa visión de Barco otra suerte tendría Nariño, Cauca, Valle y Chocó, ricas y estratégicas regiones que han sido capturadas por narcotraficantes y guerrilleros quienes sí han entendido que Colombia tiene una puerta de entrada y de salida para el comercio exterior, pero aprovechada para sacar droga y entrar armas.
La pasada cumbre de los países de la Alianza del Pacífico con varios gobiernos como observadores interesados, es un gran avance para recuperar el tiempo perdido. Pero no nos llamemos a engaños. El tema no solo se puede quedar en himnos y fotos de presidentes. La administración Santos debe no solo hacer diplomacia con el Pacífico colombiano, sino hacer las transformaciones que se necesitan. No hay nada para mostrar en Buenaventura; la doble calzada entre Cali y el puerto esta frenada por problemas con comunidades; el túnel de La Línea que bien puede hacer de Buenaventura un puerto de exportaciones (ahora solo se importa), no ve la luz; y los problemas crónicos de desempleo, pobreza, violencia e inseguridad, tiene capturados al Pacífico que hoy lo vendemos como la gran panacea.
Santos debe metérsela toda al suroccidente colombino para hacer realidad el sueño de Barco.