Editorial

¿Cuál es el agro que queremos?

Siempre se ha dicho que Colombia tiene potencial para producir alimentos, pero poco o nada se hace para lograrlo

Siempre se ha dicho que Colombia tiene potencial para producir alimentos, pero poco o nada se hace para lograrlo
Es una verdad de Perogrullo afirmar que en la producción, comercialización y venta de alimentos está uno de los negocios más grandes en el futuro. También se dice con mucha frecuencia que Colombia tiene un potencial envidiable para dedicar una buena parte de sus fortalezas geográficas a producir comida, no solo por la variedad de climas y suelos, sino porque aún sobreviven grandes grupos humanos dispuestos a labrar el campo. En pocas palabras, Colombia cuenta con la tierra, el clima y la gente idónea para montarse en el negocio de los alimentos primarios a gran escala.
Pero como todo, son solo palabras románticas heredadas de la Colombia paisajista que nos dejaron los abuelos. Añorar que seamos un gran productor de leche en la región; que volvamos a ver 12 millones de sacos de café al año; que el banano de Urabá y Magdalena sobrepase las producciones de Ecuador; que las flores lleguen a más mercados de Europa; que productos básicos como la papa, el arroz, el maíz, abunden en cosechas para el consumo local por seguridad nacional y se puedan exportar excedentes a países dedicados a las manufacturas, tecnologías y demás servicios, no son más que ilusiones en las que todos estamos de acuerdo, pero no hacemos suficiente para realizarlas.
Es indudable que el negocio agrario ha perdido participación dentro del PIB en las últimas décadas. Lo que es preocupante es que la agricultura pierda dinamismo ella misma. Su tasa de crecimiento promedio en los últimos 12 años ha sido del 2,5%, por debajo del de la Nación. El problema está en los mismos profesionales y empresarios dedicados al campo que se han acostumbrado a vivir de los subsidios, a llorar por un dólar más caro y a echarle la culpa de toda su falta de planeación a los tratados de libre comercio, al clima y a la guerrilla. Claro que esos son problemas crónicos, algunos de difícil situación, pero debajo de esas adversidades siempre se montan negocios robustos y rentables que son verdaderos casos empresariales. 
Está claro que el camino para lograr una agricultura eficiente, dinámica, que logre conquistar mercados internacionales en nuevos renglones, no es el proteccionismo. No hay un censo agropecuario con el que se podría hacer un análisis más riguroso de las vocaciones y reorientar la productividad del campo. El agro que todos queremos es una zona económica competitiva, despolitizada, segura y que convoque a los nuevos empresarios jóvenes a que se monten y estudien el hecho real de que Colombia tiene todo para ser una potencia en la producción de alimentos. Claro, para que esto suceda debe haber una renovación de mentalidades en los actuales líderes agropecuarios.