Editorial

Cuando la forma es muy importante

<p>Una cosa es el contexto y otra el texto en Teoría del Discurso, lecciones clave a la hora de comunicar políticas públicas.&nbsp;</p>

En las décadas 60 y 70 del siglo pasado e incluso antes de la caída del muro de Berlín y del régimen comunista, la confrontación ideológica se fundamentaba en los postulados de la izquierda que cuestionaban al sistema capitalista liderado por una supuesta élite social, política y económica, a la que se le atribuían cualidades brutales guiadas por la “explotación del hombre por el hombre”. Esa pugna llevó a cuestionar el modelo pacífico de convivencia para plantear la opción de derrumbe el régimen y que las clases explotadas accedieran a los medios de producción y los capitalistas salvajes fueran desterrados, validando acción armada y terrorismo. George Orwell lo expuso en “La rebelión en la granja”.

Con el paso de los años y el contundente fracaso del comunismo se abrió paso un esquema de equilibrio basado en el capitalismo, que inclusive ha llegado a formularse de distintas formas, como la que defiende el presidente, Juan Manuel Santos, inspirada en las ideas de la Tercera Vía. Por eso no suena para nada bien y sería más bien una señal de retorno al pasado anacrónico lo que esta ocurriendo en nuestro país en el sentido de comenzar hablar de que la riqueza y el trabajo que induce al mejoramiento individual y empresarial hay que castigarlo para favorecer a los pobres, como si los primeros fueran responsables de las precarias condiciones en que viven muchos compatriotas.

Un buen día se habla de hacer llorar a los ricos, lo cual fue interpretado como un gesto ligero de un ex ministro, pero que en la realidad no generaba preocupaciones. Fue así y luego vino la reforma tributaria, en la cual el Gobierno se la jugó por el impuesto a la riqueza, volviendo a causar un cierto escozor porque se volvía a plantear que se debía “golpear” a los ricos para que se diera más a los pobres. Para enmendar en algo esa provocación se comenzó a hablar del impuesto contra la pobreza.

El Gobierno ha decidido utilizar las bases de datos de los impuestos que se pagan a la Dian para estudiar la “concentración” de la riqueza, lo cual no tiene nada de extraño, si no fuera porque vuelve de quedar la sensación de querer profundizar en el viejo eslogan de muchos abajo y muy pocos arriba que detectan el poder económico. El ejercicio planteado por el Gobierno es loable, pero no debe ponérsele calificativos. 

Bastaría con solo decir que se quiere mirar cómo se distribuye la riqueza en lugar de cómo se concentra, porque no hay dar pie a malas interpretaciones, en momentos en los que se quiere llevar a feliz término unas conversaciones de paz con quienes han usado la fuerza por más de 50 años para cambiar la estructura económica y social del país porque les parece perversa.