Editorial

Cuando no se acepta que el ensayo fracasó

<p>Venezuela camina a pasos agigantado al abismo económico, pero Maduro sigue aferrándose a una fórmula fracasada.</p>

La situación de la economía venezolana es crítica y sus principales indicadores poco deseables: una creciente escasez de productos de consumo básico ha llevado a una tasa de inflación sin precedentes de 55% en diez meses y la escasez de divisas ha generado una desconfianza también histórica. Además su principal consecuencia es la existencia de un mercado negro que pone al precio del dólar más de siete veces por encima de la cotización autorizada. Las medidas adoptadas por el chavismo muestran claras señales de desesperación e incapacidad de las autoridades para enfrentar la situación, que no es exagerado calificarla de dramática.

Ahora, con la idea de poner en marcha medidas para equilibrar la economía y atajar la corrupción, en la noche del pasado martes, la Asamblea Nacional de Venezuela le otorgó poderes extraordinarios y absolutos al presidente Maduro  para gobernar por decreto sin control parlamentario por espacio de un año. De esta forma, la llamada Ley Habilitante, dictada por quinta vez en 14 años de chavismo, permite dictar leyes a través de decretos en temas como mayor control en importaciones, regulación de márgenes de comercialización o intervención arbitraria cuando considere que se están violando principios del llamado “socialismo del siglo XXI”.

La realidad es que nadie sabe con exactitud lo que sucederá, más si se tiene en cuenta que la entrega de esos poderes absolutos al mandatario coincide con el inicio de la campaña para las elecciones regionales del 8 de diciembre, que serán un primer examen a la gestión de Maduro y una prueba de su popularidad a escasos ocho meses de la muerte de Chávez. Ya se habla de una primera ley que pondrá límite a las ganancias empresariales, concordante con la idea de que la culpa de las dificultades son producto de la “especulación” y “apetito capitalista” de los empresarios. La disminuida clase empresarial y los analistas de la situación coinciden en que el plan oficial es inútil y solo agudizará la escasez, traerá mayor incertidumbre y menor inversión a la ya golpeada economía del cuarto país más rico en petróleo.

Maduro se resiste a creer y aceptar lo que está pasando en Venezuela: el fracaso rotundo de un ensayo económico montado hace más de una década bajo el supuesto de que la globalización y el capitalismo son dañinos y perjudican a la sociedad. Nada más anacrónico e irracional. El resultado no puede ser otro que el que hoy se está viendo con tristeza y preocupación: una sin salida que solo lleva a desbaratar al aparato productivo, a  acrecentar los problemas sociales y polarizar a la sociedad que observa con desesperanza el futuro. Venezuela tardará mucho tiempo para retomar el camino del crecimiento y la prosperidad.