Editorial

De enfermo a motor de la vieja Europa

<p>La manera de gestionar la generación de empleo es una de las fórmulas más codiciadas del milagro económico alemán.&nbsp;</p>

El profesor Sandalio Gómez López-Egea del IESE Business School tiene un ensayo argumentativo que bien vale la pena leer en estos días del 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Su título es ‘Lecciones del segundo milagro económico alemán’ (2013) y como idea central propone que el crecimiento económico experimentado por Alemania a partir de 1948 por la conjunción de las ayudas estadounidenses del Plan Marshall y las medidas de liberalización emprendidas por Ludwig Erhard, responsable de economía en la zona bajo ocupación aliada y después ministro de Economía de la nueva República Federal de Alemania, tiene un protagonista invisible pero fundamental, y es la reducción de la tasa de desempleo.

Dice el Profesor que “en 2002 todavía no se había conseguido gestionar laboralmente la reunificación de las dos Alemanias tras la caída del Muro de Berlín en 1989, que comportó el colapso de las empresas estatales de la antigua República Democrática.  De golpe, estas empresas perdieron como clientes a otros países comunistas y, al enfrentarse al libre mercado, mostraron su falta de competitividad. En el proceso de privatización subsiguiente se perdieron muchos puestos de trabajo. La ex RDA, que antes aparentaba tener pleno empleo, alcanzó una tasa de paro de 19,5% en 1999”. 

Según el estudio del profesor Gómez, el objetivo subyacente era que el desempleado tomara conciencia de qué parte de la responsabilidad de su situación residía en él y era él quien debía poner todo lo que estuviera en su mano para salir de esa situación. “El subsidio por desempleo estuvo condicionado a las necesidades reales de cada persona y ligado a servicios de información y asesoramiento en los que estaban implicados la Agencia Federal de Empleo, municipios, sindicatos, organizaciones benéficas y entidades privadas colaboradoras (...) Gracias a estas reformas, el país que en 2002 era considerado ‘el enfermo de Europa’ volvía a ser el motor económico de la UE diez años después”.

En Colombia observamos desde un burladero taurino el asunto del posconflicto como un tema que solo le compete al presidente Santos y el ministro Cárdenas y no un deber de todos y cada uno de los colombianos. Unas pocas décadas les tomó a los alemanes volver a convertirse en potencia económica y así lo vemos en estos 25 años de la caída del Muro, por eso no nos alejamos de que es el momento de mirar situaciones similares para tomarnos a pecho que la reconstrucción nacional en las dimensiones laboral, social, política y económica, es un asunto de grandeza y que las mezquindades partidistas, regionalistas o clasistas, nos pueden dejar en la historia. La reconstrucción alemana es un gran caso para estudiar como surge un país de las cenizas.