Editorial

De los buitres, holdouts y otros cuentos

<p>El pasado lunes Argentina incumplió un pago de intereses de deuda, con lo que se activó un período de gracia de 30 días.</p>

El panorama de la economía argentina no pinta nada bien para lo que resta de este año, pues el país de Messi y Kirshner  incumplió el pasado lunes el pago de intereses de deuda, un hecho hostil en términos financieros que activó un período de gracia de 30 días para que realicen el pago y eviten una segunda cesación de pagos en 13 años. ¿Por qué la situación no es fácil? Argentina solo tiene los días que restan de julio para pagar US$500 millones en intereses sobre algunos de sus bonos; el lío es que una corte de Estados Unidos los obliga a pagarles a todos, no solo a los tenedores de deuda reestructurada, sino también a un grupo de fondos de cobertura que no aceptaron las ofertas de canje tras el default en 2001. Y es a este pequeño grupo de tenedores de papeles no reestructurados a los que se les llama ‘holdouts’.

El problema no es sencillo, tal como lo plantea el diario Wall Street Journal, que afirma: “Argentina ha sostenido que pagarles a los holdouts, a los cuales les debe unos US$1.500 millones en este caso específico, abriría la puerta para una avalancha de otros reclamos de acreedores que podrían superar los US$120.000 millones. El Gobierno ha calificado repetidamente a los holdouts como ‘fondos buitre’ y comparó sus esfuerzos con una “extorsión”, al decir que los acreedores compraron los bonos argentinos a un precio muy bajo y ahora reclaman el pago completo”.

El temor ahora es que las grandes firmas calificadoras de riesgo castiguen a Argentina en su nota trimestral. En pocas palabras, el gobierno de Cristina Kirshner está en manos de Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch Ratings, empresas de gran reputación en el sector que bien podrían rebajar la calificación del país a cesación de pagos, la cual puede ser de dos formas:  selectiva o restringida. Las reglas de juego financieras internacionales obligan a Argentina a pagarles a todos los tenedores de sus papeles, no solo a los que se amoldaron a sus reestructuraciones, una situación que por ahora no tiene reversa.

Argentina no tiene una buena historia del manejo de su deuda, pero los líos actuales bien se pueden remontar a los tiempos del Club de París, hacia 1955, cuando el país posperonista se endeudó con una docena de países que posteriormente conformaron ese grupo de presión y cuyos acuerdos se extendieron hasta 2009. Varios países de la Región también padecieron las obligaciones jurídicas de pagos a gobiernos y a privados. Ahora bien, el gran problema argentino actual no solo tiene que ver con una alta posibilidad de entrar en default, sino que el crecimiento de la economía es muy precario, la inflación ha retomado sus aires, el desempleo no está controlado y pesa sobre su intercambio de bienes y servicios un desorden cambiario fruto de improvisadas decisiones en los últimos años.