De procrastinar y saturar la agenda con tanta reforma
viernes, 4 de noviembre de 2022
El Gobierno no ha salido de la tributaria pero sus ministros avanzan en ideas más radicales, disruptivas y hasta distópicas, en las que pierden tiempo, siembran miedo e incertidumbre
Editorial
El primer gobierno de izquierda que ha tenido Colombia en toda su historia se mueve rápido, no pierde su discurso, ni línea ideológica y ha logrado avances más notables en menos de 100 días que cualquiera de sus antecesores al frente de la Casa de Nariño. Por ejemplo, sacar una reforma tributaria que superará $20 billones ad portas de una recesión económica que llevará a la economía a crecer solo 2% el próximo año y de una inflación indómita que sobrepasará 12%, situaciones inéditas que pueden generar miedo, incertidumbre y a la postre decepción o desesperanza entre sus electores ¿Por qué razón? Los ministros del presidente, Gustavo Petro, están enfocados en desarrollar ideas disruptivas, reformadoras y hasta distópicas, que ocupan, llenan o saturan la agenda política y económica del país casi simultáneamente para dar resultados rápidos; actúan empoderados por su líder empujando muchos proyectos, políticas públicas que necesitan más tiempo de maduración, análisis académicos y termómetros en la opinión pública para medir su aceptación, pero sobre todo sensibilidad de impacto económico.
Los ingresos de la tributaria billonaria se irán en cumplir las grandes promesas electorales, pero el estado de las finanzas públicas va a absorber el grueso de esos $20 billones y poco sobrará, para no ser inferior a las promesas, como la idea loca de comprar tres millones de hectáreas de tierra sin haberle hecho el modelo económico, con el objetivo loable de ejecutar una reforma agraria; quizá una descabellada insinuación hecha por el Ministerio de Agricultura, generando falsas expectativas entre los más necesitados. Solo en la esfera económica, el Gobierno Nacional ha abierto muchos frentes de batalla o de cambio institucional: las reformas a las pensiones, la laboral y las nuevas y polémicas políticas minero energéticas, todas son verdaderos misiles que se lanzan sobre el establecimiento, que necesita tiempo de asimilación.
Vivimos un momento en el que todos piden cambios rápidos y efectivos, pero se puede caer en el chascarrillo del par de pollos, uno enfermo y otro sano, y el dueño decide sacrificar al sano para hacerle una sopa al enfermo. Los ministros más valorados por el sector productivo del país son el de Hacienda y el de Agro, veteranos servidores públicos que aún tienen voltaje para hacer las cosas bien, más no rápidas e improvisadas. Con tanto cambio y deseo de cambiar por cambiar se puede caer en el error de dañar lo construido sin medir las consecuencias de los actos públicos. Hay muchas cosas que se necesitan cambiar para mejorar a Colombia, como una llanta pinchada de un carro andando, pero quien conduce no puede cambiar las cuatro de una vez; tiene que parar, mirar si las puede rotar, cambiar la urgente y seguir el camino deseado.
Habrá quienes le aconsejen al Presidente, o le digan al oído, que es el momento de ejecutar los cambios estructurales para los que fue nombrado por la mayoría de los colombianos; esas personas sin prospectiva económica pueden empujarlo hacia una equivocación mayor, al no leer el contexto ni analizar las coyunturas económicas. La nueva política minero energética es un auténtico harakiri si no se analiza bien el entorno, y una reforma pensional que lesione los fondos privados de pensiones en medio de una devaluación voraz como la actual, puede llevar al fracaso financiero de todos. Chi va piano va sano e va lontano.