Editorial

Diálogos, economía, terrorismo, y ahora, golfo

<p>El Gobierno no puede perder la cabeza con tanto lío y tanta cosa pendiente, quizá sea el momento de cambio de ministros más audaces</p>

Como si se aplicara con todo rigor la Ley de Murphy en donde todo puede ser susceptible de empeorar o  “si algo puede salir mal, saldrá mal”, Colombia atraviesa por una densa nube gris en donde se mezclan o conjugan una serie de situaciones anómalas. Las cosas en La Habana entre el Gobierno y las Farc no fluyen como el resto del país quiere; la economía solo promete crecer levemente por encima de 3,2%; una ola de actos de terrorismo cubre como un manto negro el panorama nacional y, para ahondar la gravedad de los hechos, el gobierno del vecino Venezuela acaba de abrir otra ventana de conflicto.

Hace un mes, Nicolás Maduro decretó zonas operativas de defensa marítima e insular de su país en donde dispone de aguas colombianas, o que por lo menos hacen parte de los diferendos limítrofes entre los dos países. Claramente es una afrenta al país que debemos entender bien y darle el contexto que se merece. La historia nos ha enseñado que cuando las cosas andan mal en Venezuela, sus gobiernos buscan revivir viejas rivalidades no resueltas para cosechar nacionalismos y respaldos populares. No es sino recordar las eternas disputas por los cayos de Los Monjes o por el mismo nombre del Golfo de Venezuela o de Coquibacoa.

Era previsible que Maduro reviviera este diferendo para agitar más las cosas en Colombia y, de paso, cosechar un poco de nacionalismo en su sufrido país. La acción de manipulación la realizó para tapar el fracaso de su modelo económico en donde la inflación anualizada supera 120%, una cifra que habla del alarmante estado de las precios y lo difícil que va a ser corregir esa situación en el largo plazo. Lo preocupante es que la acción diplomática venezolana nos coge bajos de forma en términos de relaciones exteriores, pues acabamos de perder una larga batalla con Nicaragua.

La Cancillería, entretenida ahora como miembro oficial de los diálogos en La Habana, actuó tarde y sin la contundencia que el tema requiere. Ojalá no nos vaya a pasar lo mismo que con el mar de San Andrés, problema en el cual de canciller en canciller se echaron las culpas de su inoperancia y perdió el país. Por ahora la opinión pública debe entender que Colombia es una suerte de trompo político de los chavistas que hace bailar cada que quieren. La pregunta clave para el Ministerio de Relaciones Exteriores es por qué este tema no se ha llevado a los tribunales del caso y por qué lo viene a destapar Venezuela. Todo parece indicar hay mucha cosa pendiente que no tiene dolientes en el Gobierno central.

Una larga discusión diplomática y el  enrarecimiento de las relaciones con Venezuela no vienen bien en este momento en el que los diálogos de paz no avanzan, la economía está débil, la inflación revive y los actos terroristas de los grupos al margen de la ley se ensañan con la pobre infraestructura colombiana. Atravesamos tiempos oscuros.