Editorial

Diferencias entre credibilidad y popularidad

<p>No siempre las cosas que hacen los gobernantes les gustan a todas las personas, cosas impopulares pueden ser las que el país necesita.</p>

No hay peor gobernante que el que no gasta su capital político en la solución de los problemas de sus gobernados. Cuando a un mandatario nacional, regional o local lo domina navegar en las mieles de la popularidad por encima de las necesidades de los ciudadanos hay un problema difícil de solucionar pues nadie reacciona ni se es crítico. Las encuestas son esos termómetros cuantitativos que miden la popularidad de los líderes, al tiempo que nos ayudan a calificar sus gestiones públicas. Y de allí se desprende el concepto de favorabilidad o de credibilidad.

Empecemos por decir que vivimos épocas en donde lo importante es ser popular, ser una persona aclamada y reconocida en los medios de comunicación y en la plazas públicas hoy virtuales, sin medir el alcance histórico de sus verdaderas acciones. Los políticos y los gobernantes caen en la trampa de tener grandes popularidades, pero no hacer nada concreto por su gente. En la década pasada cuando se empezaron a imponer los estudios de mercado, sondeos y encuestas de opinión, emergieron con fuerza nuevos líderes a quien no les importaba ejecutar al máximo un buen plan de desarrollo o solucionar necesidades básica insatisfechas, sino registrar bien en las encuestas para seguir teniendo nombres de grata recordación entre los electores y ejercer una falsa influencia.

Favorabilidad, credibilidad, popularidad, no siempre quiere decir buena gestión. No son palabras sinónimos, más bien consecuencia unas de otras. Por no entender bien esos conceptos es que se incuban los populistas que quieren a toda costa mantener sus nombres en lo más alto para dirigir multitudes en un mundo cada vez más virtual, sin verdaderamente hacer cosas disruptivas que no siempre son populares.

Se puede llegar a ser popular con el paso del tiempo; eso se logra haciendo cosas que construyen, que cambian vidas, que transforman y que hacen historia. Los únicos que son populares en tiempo real y de un momento a otro, son los artistas y los deportistas. Tener una alta favorabilidad producto de hacer y decir las cosas que todo el mundo quiere es un error craso que se paga con el subdesarrollo y la corrupción. Y la credibilidad, no es otra cosa que sincronizar la percepción pública en las dos dimensiones, del ser y del hacer. Se es un mandatario creíble cuando se está preparado para un alto cargo y hay confianza y claridad sobre las bondades de sus políticas públicas. A un político se le cree cuando está formado (experiencia y academia) para desempeñar un cargo y todas sus acciones están encaminadas al bienestar de la sociedad.

Conseguir un acuerdo de paz en un país como Colombia ha demostrado que no genera popularidad, de hecho es impopular sentarse con guerrilleros y terroristas, pero allí está la tarea que solo agradecerán las generaciones futuras, pues muchos de los actuales han sufrido, están llenos de rencor, y otros, se han lucrado con el conflicto sin fin.