Editorial

Duque arranca con tres grandes ventajas

Iván Duque comienza su mandato, que irá hasta 2022, con tres ases bajo la manga, pero con el imperativo de no perder ni un minuto de Gobierno

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Comenzó el tiempo de gobierno de Iván Duque Márquez, el presidente de Colombia más joven en los últimos 70 años y quien además es un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de los colombianos. Y es allí en donde reside su primera gran ventaja o activo político para hacer un buen gobierno durante los próximos cuatro años. Su juventud y desconocimiento ante la opinión pública, en vez de ser rasgo que le restan en la importante gestión, son un activo del que goza como individuo y que debe explotar en cada palabra y a lo largo de cada minuto que pase de su administración. Es la máxima garantía de que se esforzará al máximo, pues al terminar su mandato en cuatro años, solo habrá cumplido 46 años de edad y será uno de los activos políticos llamado a liderar el verdadero cambio generacional que tanto necesita la política colombiana. Es el primer presidente que no nace bajo el estigma del Frente Nacional y que ha llegado a la Casa de Nariño con un recorrido sin tacha y sin errores políticos que lo puedan marcar. Incluso así lo ha demostrado con la mayoría de los nombramientos de sus ministros, quienes son técnicos, muy diversos y con ganas de transformar el país. Solo tiene en su gabinete dos o tres casos de la vieja clase política que tanto daño le ha hecho al país, pero la mayoría son como él: jóvenes llenos de entusiasmo por poner un grano de arena en la construcción de un país con mejores perspectivas de desarrollo.
Los asesores de Duque deben permitirse dar a conocer el Presidente a todos los colombianos; en esa Colombia profunda están ávidos de tener contacto con él y ese es un activo, pues siempre demostró que tiene mucha química y conexión con las personas: hay que dejarlo fluir en todos los escenarios para fortalecer sus mensajes.

El segundo gran activo o ventaja con la que parte Duque en su administración es el gran respaldo del grueso de la institucionalidad activa e influyente en el país: empresarios, partidos tradicionales, gremios de la producción, universidades, medios de comunicación y varias iglesias de distintos credos. Todas esas fuerzas vivas no quieren una cosa distinta que al nuevo Presidente de Colombia le vaya bien, para que el país político y económico no se separe del camino de un crecimiento sostenido basado en una economía de mercado, respeto a la propiedad privada e instituciones fuertes; todos esos son los valores modernos de una sociedad enfocada en dejarles a las nuevas generaciones un país con futuro, en detrimento de ideas anárquicas que crecen y se robustecen en medio del caos que muchos quieren sembrar. Y la tercera gran ventaja con la que inició el nuevo gobierno no es otra cosa distinta a que el país está listo para disfrutar el llamado dividendo de la paz.

Ningún gobierno reciente había recibido tal avance en términos de pacificación de Colombia; todos los antecesores de Duque eran bautizados por las guerrillas con sendas matanzas de policías, soldados y población civil y sometían desde el comienzo a una sociedad acobardada. La ventaja es que ahora la gran guerrilla de las Farc no está matando la sociedad; que solo quedan los reductos narcos de esa desmovilización y un ELN ansioso por sentarse a hablar de paz. Como en todo proceso humano, hay que construir sobre los avances para que el devenir de Colombia no se detenga o no involucione. Son cosas al oído del nuevo mandatario que tiene la tarea de llevar a Colombia a otro estado de desarrollo.

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