Editorial
El año más definitivo
lunes, 23 de diciembre de 2024
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados
Editorial
Hace 64 años en su discurso de investidura, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, dijo “no pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país”, una frase memorable que viene como anillo al dedo para los colombianos que se la han pasado casi dos años y medio viviendo en el reino de la incertidumbre, girando en torno a lo que dice y hace el presidente, Gustavo Petro.
Un mandatario grandilocuente y prestidigitador de la palabra, quien no desperdicia ni un momento, ni ningún espacio mediático para fortalecer esas cosas que lo hacen fuerte: marcar las diferencias sociales, desafiar y polemizar con sus detractores, hasta por las cosas que bien funcionan. El Presidente de Colombia, en términos de Taleb, es completamente antifrágil, pues ante elementos externos, estresantes y que generan desorden (incertidumbre, caos, errores, imprevistos, etc.) la persona, entidad o sistema sencillamente se hace mejor, más competitivo, ante un cambio sobrevenido.
‘Antifrágil’, (Paidós, 2012) de Nicholas Nassim Taleb, es un texto que bien ayuda a entender el fenómeno político de Petro, que muy a pesar de sus incompetencias en términos de buena ejecución, los casos de corrupción en su administración y una clara dispersión en el manejo de los problemas nacionales, no solo se quedó como único referente de la izquierda ideológica colombiana, sino que goza de una favorabilidad, (Invamer, Poll diciembre 2024), superior a la de sus dos últimos antecesores, con aprobación de 34%, a dos años y medio de haber comenzado su mandato.
En agosto de 2022 estaba por encima de 50%. Los opositores políticos, no algunos empresarios, entendieron muy temprano en su gobierno que Petro se fortalece en las crisis. Él vive del caos, se hace fuerte durante los estertores: lo robusto aguanta los choques y sigue igual, lo antifrágil mejora. Durante el año que comienza, el país político, económico y social, debe plantear mucho mejor la temporada de transición que se avecina, y la estrategia debe ser muy diferente a la empleada desde agosto de 2022.
El año electoral que se avecina es definitivo, no solo para el cambio político inmediato, sino para la construcción de país de cara a 2030, justo cuando termina la tercera década del siglo XXI. De momento, la economía colombiana la está sacando barata en la experiencia de su primer gobierno de izquierda, justo pocos meses después de la pandemia; todo estaba servido para que el país colapsara en medio de cambios estructurales, pero no ha pasado así. Todos los presidentes de izquierda en la región han llevado a sus países a las crisis más tremendas; han generado altas inflaciones para que sus gobernados dependan de los subsidios y han destruido la red industrial, manufacturera y financiera, para hacerse fuertes desde lo público.
El que viene será un año definitivo para reducir al máximo el daño que se le ha querido, sin éxito, infringir al modelo económico de esta, la cuarta economía de la región. Los fundamentales son más que buenos, haciendo un par de excepciones. La inflación va a estar entre 2% y 4% más rápido de lo que se pensaba; las tasas de interés ya están a solo cuatro puntos de inflación y el costo del dinero ha experimentado una notable caída; el crecimiento del PIB es raquítico (2%), pero va en alza, eso sin animar a los sectores tradicionales de alto potencial como son la construcción y el minero energético.
A este punto de partida se debe sumar que 2025 es el segundo año de los gobiernos locales, casi todos en franco enfrentamiento con el Gobierno Central, lo que los pone en la obligación de ejecutar sus planes de desarrollo local y regional. Y otra coyuntura definitiva para el año que viene: a la administración central se le acaba el tiempo de empezar a ejecutar para poder demostrar y mostrar algo de gobierno, de lo contrario, todo el dinero no invertido por pura incapacidad le quedará a un casi seguro sucesor más tirado al centro. El año que viene es definitivo, no solo en cambio de estrategia de oposición, sino en tirar las cartas a la mesa de juego.