Editorial

El antifrágil y el bitcoin

La pregunta no es sí explotará bitcoin, sino cuándo lo hará, y quizá no genere una crisis tradicional, por el contrario, mutará para fortalecerse

Editorial

El bitcoin termina una semana trepidante. El sábado registra una caída cercana a 30% (US$5.716), el miércoles rebota ganando lo perdido (US$7.301) y el viernes se recupera hasta casi US$7.997 por unidad. Un auténtico juego de escaleras y toboganes que mantiene al mercado de inversionistas on line a la expectativa, todos a la espera de lo que puede suceder antes de que 2017 llegue a su final.

Ese sube y baja ha permitido que la criptomoneda más conocida ganara durante la semana que termina 17%, tocando un máximo cercano a los US$8.000, todo gracias a que la moneda virtual anulara US$38.000 millones en capitalización de mercado, tras la cancelación el 8 de noviembre una actualización tecnológica conocida como SegWit2x.

La explicación de cómo funciona toda esta trama financiera no es nada fácil, pero Bloomberg ha ido simplificando la pedagogía para decir que “la principal diferencia entre el bitcoin y el efectivo de bitcoin es el tamaño del bloque: las unidades fundamentales que componen el blockchain en el corazón de la criptomoneda. El efectivo de bitcoin ofrece un bloque más grande que contiene más datos, lo que significa transacciones más rápidas y más baratas de acuerdo con los partidarios del nuevo rival (...) La actualización de bitcoin necesario para convertirse en un mejor medio de intercambio para competir con los servicios de pago como Visa o Mastercard. Bitcoin maneja alrededor de siete transacciones por segundo, en comparación con alrededor de 2.000 para Visa”.

Bitcoin no es la única moneda virtual o criptomoneda en el mercado, existen unas treinta populares, pero esta es la más conocida porque sus creadores la programaron para generar un número fijo de bitcoins por unidad de tiempo. Ese número está fijado en 25 bitcoins cada diez minutos, aunque está programado de forma que se reduzca a la mitad cada 4 años. Este año se llegó 12,55 bitcoins cada diez minutos, una suerte de atomización celular cuya producción continuará hasta 2140, cuando se alcance el tope de 21 millones de unidades en circulación.

El punto ahora es que los usuarios de este sistema transaccional se cuestionan por una eventual burbuja que explotará en algún momento, a lo que se recogen las palabras del secretario del Tesoro Henry Paulson en 2008, cuando dijo que la pregunta no si habrá una nueva crisis, sino cuándo ocurrirá. Pero esta crisis de las criptomonedas se asoma con unas rayas distintas más parecidas a la antifragilidad conceptualizada por Nassin Taleb en su libro “El Antifrágil”, Paidós (2013), en el que habla de situaciones que se robustecen en determinadas situaciones. “Pensemos en algo frágil, algún objeto como el televisor. Si los etiquetamos como “frágiles” significa que queremos que gocen tranquilidad, orden y previsibilidad. Todo lo que aborrece la volatilidad aborrece los agentes estresantes, daño, caos, sucesos, desorden, consecuencias imprevistas, incertidumbre y, por encima de todo, el tiempo (...) En el lado opuesto a lo frágil hay cosas que se benefician de las crisis; prosperan y crecen al verse expuestas a la volatilidad, al azar, al desorden y les encanta la aventura, el riesgo y la incertidumbre”.

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