Editorial

El asunto no es la Policía, son algunos policías

<p>Los nuevos cuadros directivos de la policía nacional tienen el imperativo de depurar la institución y dejarla lista para el posconflicto</p>

Corren días tormentosos para la institucionalidad colombiana. El comportamiento individual de muchos policías, senadores, representantes, fiscales, jueces o funcionarios públicos, ha llevado a que algunos medios de comunicación metan a todos los miembros de las instituciones en entredicho, en una misma bolsa marcada con rótulos indelebles como corrupción, comportamientos impropios y algunos delictivos, lo que hace generalizar y desintitucionalizar a un país en desarrollo que necesita organismos confiables y respetados por todos los ciudadanos.

Los últimos episodios ocurridos en la Policía Nacional, el Viceministerio del Interior, la Defensoría del Pueblo y el Senado de la República, no se pueden ni se deben ocultar, pero su ocurrencia sí nos hacen reflexionar sobre el problema de generalizar y meter a todos los miembros de las instituciones en una misma bolsa de líos, enredos y problemas, sin aparente solución. Todas las personas tienen derechos individuales que les otorga la ley para que se defiendan y brinden las explicaciones pertinentes de los enredos personales elocuentes, que no son muy explicables en los casos recientes, pero esa es la norma a seguir. Las instituciones no son las personas que prestan sus servicios, son ellas quienes tienen la obligación de desarrollarlas y construirlas con sus comportamientos y cumplimientos de roles y funciones públicos. No obstante, los malos comportamientos que desdicen del cargo y la posición que se ocupa, no pueden destruir una entidad que tiene como espina dorsal los dineros públicos.

El epicentro del problema no es la Policía Nacional como necesaria institución de la sociedad colombiana, son algunas de las personas que hacen parte de ella, y en el caso particular, la forma como funciona y la evolución que debe tener de cara a los tiempos de posconflicto que se avecinan. En el caso particular de la Policía no podemos generalizar, porque así como hay una carrera desefrenada por el poder al interior de la institución que ha traído como consecuencia el llamado a calificar servicios de varios generales, también es loable el papel que juegan muchos oficiales, agentes y patrulleros en todos los rincones del país. Son ‘ovejas negras’, ‘manzanas podridas’ al interior de una de las instituciones con mayor credibilidad y más necesarias para garantizar la seguridad y la confianza. 

El momento que atraviesa la institución centenaria es un verdadero reto y oportunidad para depurarla y afinarla de cara sus responsabilidades futuras. No hay mal que por bien no venga y hoy más que nunca los nuevos comandantes y cuerpos directivos no pueden ser inferiores al imperativo de modernizar la institución en términos de personas, obligaciones y deberes para con la sociedad colombiana.