Editorial

El dólar no le obedece a nadie

<p>Una de las prioridades en el nuevo periodo presidencial es el dólar y la reestructuración de la agenda de comercio exterior.</p>

Pese a todas las previsiones de los economistas y a las evaluaciones de las agencias, el precio del dólar no atiende a nadie y se comporta en una forma indómita, por decir lo menos:  en lo que va corrido del año registra un descenso en su precio de cerca de $170 y da la impresión que quienes se sienten perjudicados parecen haberse “echado a la pena” y aunque nadie tiene la última palabra en el tema, no se espera que en el segundo semestre se presente un cambio en la tendencia. Claro que eso depende en parte de lo que quiera el gobierno que arranca en agosto próximo.

Con toda seguridad que quienes hace unos meses preveían una devaluación, ahora tienen los argumentos para decir lo contrario, como el que hay hoy una mejor calificación de los activos, la expectativa de un buen crecimiento de la economía y los ajustes en las tasas del Banco de la República, lo explican. Lo anterior es cierto, como también lo es que el gobierno y el Emisor quieren una depreciación mayor y en esos términos habría que criticar al Emisor por el alza en los intereses pues se reprime la oferta y hace más rentable traer dólares al país. Bajo esa teoría, las medidas oficiales estarían estimulando la apreciación de la moneda. 

Nuestros lectores están cansados ya de que se expliquen los beneficios y perjuicios de tener una moneda devaluada o revaluada por lo que no merece entrar en ese ejercicio, habiendo arrancado el Mundial y teniendo expectativa por el papel que hará el equipo de Pekerman, que hoy precisamente debe mostrar su poderío frente a Grecia. Ni siquiera la polarizada y caótica campaña que termina mañana con la elección del mandatario, ha logrado que el peso se deprecie. Para unos es una señal de fortaleza de la economía, en tanto que para otros el tema no tiene nada que ver y es una demostración de que la política poco o nada tiene que ver con el dólar.

Sea lo que sea, la moneda está revaluada y afecta para bien o para mal la vida de los colombianos de a pie, de quienes sueñan con una vida mejor. Por ejemplo, una moneda revaluada hace que quienes se van de vacaciones al exterior les “rinda” más, pues compran más dólares con los pesos que tienen destinados para el efecto. Lo mismo se da para quienes compran productos importados que son más costosos en Colombia o sencillamente no se producen aquí. Por ejemplo, es el caso de los últimos avances tecnológicos. Hay quienes dicen que es hora de comprar un lote a una casa afuera del país, lo cual no es necesariamente correcto, por cuanto la base sobre la cual se liquida una deuda es distinta afuera que en el país. 

De cualquier forma, con dólar barato o caro hay que tener en cuenta que en la economía como en la vida no hay almuerzo gratis: mientras unos gozan con la revaluación, otros como los exportadores sufren las consecuencias.