Editorial

El embeleco del ingreso a la Otan

Santos se apresuró al plantear el ingreso de Colombia a la Otan, no solo por la rareza del asunto sino por lo problemático

Santos se apresuró al plantear el ingreso de Colombia a la Otan, no solo por la rareza del asunto sino por lo problemático

Si el presidente Santos está haciendo unas jugadas estratégicas en este hemisferio para consolidar una hegemonía al lado de Estados Unidos, es aceptable que se hable de un eventual ingreso de Colombia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Pero todos los indicios apuntan a que es una idea descabellada e inoportuna, y no solo conflictiva conociendo de antemano la línea política de los países vecinos y su reacción al conocer las intenciones nacionales.
Lo comunicado ayer por la Otan no tiene confusiones: “El Tratado de la Alianza Atlántica establece que únicamente los países de la región del Atlántico norte tienen la posibilidad de ingresar a la organización”. Así las cosas fue un tema en exceso inoportuno que oscureció el panorama con países como Venezuela, Nicaragua y Bolivia, especialmente, pero también se pueden pronunciar Brasil y Argentina. No hay ambiente para que Colombia hable en público sobre su deseo de ser invitado a una organización absolutamente militar.
La misma Otan está en serias discrepancias en Europa porque su papel se ha desvanecido en las última década. El papel de la organización en los recientes conflictos de Libia y Siria ha sido muy criticado, pues los miembros europeos ya no invierten en sus ejércitos. Solo el dos por ciento de su Producto Interno Bruto va a los gastos militares. A Estados Unidos le corresponde patrocinar más del 70% de los gastos de la Otan. En pocas palabras, Colombia no tiene ni la pertenencia geográfica, ni el dinero ni muchos menos la corresponsabilidad para estar en ese grupo de países. Por donde se le mire fue una salida en falso, tal vez la peor en estos cuatro años de Gobierno.
La hoja de ruta de Colombia y de la administración Santos debe ser alcanzar la paz y para ello debe saber qué hacer con toda la infraestructura militar que se lleva más de $25 billones del presupuesto más o menos 5% del consolidado. Puede surgir la justificación peregrina de que el ingreso de la Otan puede ser una salida para la Colombia del postconflictos, pero esto no parece tener amigos, pues la consolidación de los acuerdos o la pacificación total requiere mucho de las fuerzas armadas.
Santos está casi solo en la carrera por la presidencia de 2014 a 2018 a menos de un años de las elecciones, por eso estas metidas de pata no son tan grotescas ni pesan tanto en su imagen o popularidad. Diferente fuera que hubiese servido un debate electoral sobre este tipo de situaciones. Se necesita de una administración nacional más mesurada y menos impulsiva en el plan de introducir a Colombia en los organismos internacionales. Bien se podría decir a estas alturas que la invitación a la Ocde se está borrando con errores como el de la Otan.