Editorial

El eterno lío con el flete de los camioneros

<p>Colombia es el único país en donde los camioneros hacen paro cada 22 meses para poner sus condiciones de mercado</p>

Los camioneros colombianos nunca han querido jugarle a las leyes de la oferta y la demanda, tal como la economía moderna lo dicta. Siempre le han sacado ventaja a las vías de hecho, a la violencia y la manipulación, para lograr más reivindicaciones económicas en los ya elevados costos del transporte que tienen que enfrentar los empresarios. Es un hecho que en Colombia hay una muy alta oferta de camiones para prestar el servicio y que la demanda de transporte de carga no da para que todos sobrevivan en las condiciones que quieren. La inversión en un camión nuevo ronda los $300 millones y uno de segunda se consigue hasta por $150 millones, hay transportadores que tienen varias unidades y no hay muchas barreras de entrada para volverse empresario de camiones y tratar de manejar sus rentabilidades a punta de paros.

Ante esta crónica situación muchas empresas han optado por tener sus propias flotas de camiones para no caer en una situación de paro transportador cada 22 meses, según las estadísticas. Es un sector muy informalizado que no tiene auditados sus sistemas de cobro a los usuarios y es uno de los muy poco vigilados por la Dian para el pago de impuestos, pues facturan millonarias sumas anuales. Es cierto que el estado de las carreteras colombianas no es el mejor, que el costo del Acpm es alto comparado con los países vecinos, y que las condiciones de seguridad no son buenas en la red de carreteras colombianas, pero no se puede aceptar que los transportadores organizados no logren un nivel de profesionalización de su servicio y que no contribuyan con su grano de arena para ser verdaderas empresas de logística en un mundo globalizado. Es un sector que pide a gritos una cirugía profunda si se quiere avanzar.

Llevamos varias semanas de protestas que están afectando el suministro de alimentos a las plazas de mercado; las materias primas industriales; las exportaciones de café, y hasta el ingreso de fertilizantes para el campo. El problema data de tiempo atrás, desde 1996 cuando se estableció la famosa tabla de fletes, que no era otra cosa que un control de precios que no les gusta a los empresarios, pero que a los camioneros les parece ideal, pues se ponen precios a punta de decretos. Hay exceso de oferta y los camiones viejos viven de estos fletes por ley, pues la chatarrización sigue vigente.

Ahora piden: bajar el combustible $200 y congelar ese precio por el próximo trimestre; presentar un proyecto de ley para pensionar a camioneros con regímenes especiales, y ajustar el precio de postulación de mulas para la chatarrización a $76 millones, después de ocho años de congelado el incentivo. No hay derecho que los gremios de la producción y el Ministerio de Transporte no solucionen este lío de una vez por todas.