Editorial

El eterno sueño del Túnel de la Línea

<p>No se puede hablar con comodidad de Alianza del Pacífico sin -aunque sea- terminar el anhelado túnel de la Línea.&nbsp;</p>

Del Túnel de la Línea se viene hablando desde hace casi sesenta años. Todos los gobiernos centrales; los gobernadores regionales y hasta los alcaldes locales de los municipios de Tolima y Quindío, han tenido que ver con la importante obra que perforará la Cordillera Central a la altura de Cajamarca y Calarcá, para disminuir el tiempo de recorrido y mejorar la velocidad en el trayecto entre el centro del país con el suroccidente colombiano, y de paso, llegar más rápido al puerto sobre el Pacífico, Buenaventura. Esa es una de esas obras eternas que todos los ministros prometen y que todos los presidentes anuncian y ponen la primera piedra, pero nunca se inauguran porque siempre saldrá un obstáculo más.

Mientras tanto el país sigue casi que incomunicado entre las fábricas e industrias ubicadas en el centro y el único puerto del suroccidente, recorriendo carreteras no solo peligrosas, sino obsoletas, pero eso sí, hablando en foros internacionales sobre la prosperidad del Pacífico y el exitoso proyecto político, económico y social de la Alianza del Pacífico. ¿Cómo se puede hablar de los mercados regionales con vista al mar de Balboa, si no existe una vía moderna que nos comunique? ¿Cómo se puede seguir haciendo proyectos reales sin desarrollar Buenaventura o un verdadero hub de comercio internacional en Cali, la verdadera capital económica del sur? El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y el de Transporte deben ser coherentes en sus discursos internos y externos y hablar con obras, con hechos concretos. No podemos seguir hablando del potencial que tiene el Pacífico en foros, seminarios y eventos académicos y empresariales realizados en el Caribe, Estados Unidos o Europa. De vez en cuando hay que ir a Buenaventura para presenciar la inmensidad del subdesarrollo.

En serio, debemos recobrar la sensatez y hablar solo con hechos. Chile tiene a Valparaíso a 45 minutos de Santiago y Perú a Callao en los extramuros de Lima, pero Colombia no tiene un centro de comercio exterior en el Pacífico, y la obra monumental que debería ayudar a desarrollar el transporte entre Bogotá y el suroccidente sigue solo en promesas sin ver la luz al final del túnel. Literalmente. Hay viaductos sin terminar y túneles sin hacer, pero eso sí, los discursos siguen elocuentes. Debería ser un propósito nacional exigirles a los gobernantes de turno entregar el Túnel de la Línea antes de que este 2014 llegue a su final, para que de una vez por todas, el país constructor y de ingenieros pueda mostrarle al mundo que el desarrollo en la infraestructura está llegando. Hay que recalcarlo una y otra vez: cómo podemos ser tan irresponsables de hablar de comercio exterior y de integración nacional sin esa obra que es un anhelo de muchas generaciones.