Editorial

El metro será una revolución para Bogotá

<p>La Capital nunca volverá a ser la misma cuando el metro se empiece a construir y más al estar lista la primera línea<br />&nbsp;</p>

Las comparaciones son odiosas, pero si hay algo que diferencia a Medellín de Bogotá es que los paisas se unen a pesar de sus diferencias políticas y sociales para respaldar proyectos que redunden en beneficio de sus gentes, de su ciudad y departamento. Lo contrario sucede con los nacidos en la Capital y los millones de otros lugares que han hecho de Bogotá su vividero. Cada vez que se habla de un proyecto que redunde en beneficio de la calidad de vida de los nueve millones de habitantes, aparecen individualismos, intereses privados, diferencias sociales, y lo que más pesa, lo político, y aflora la falta de civismo y de compromiso por esta que es la ciudad de todos los colombianos. El resultado de ese encarnado individualismo que triunfa sobre el bien común, es que durante seis décadas no se ha logrado avanzar en serio con un sistema de transporte masivo que dignifique la movilidad de una de las urbes más grandes de América Latina.

Hay que ser honrados con Bogotá y respaldar masivamente el proyecto de metro que viene desarrollado la administración de Gustavo Petro y que ha conseguido el aval de la banca multilateral, del Gobierno Nacional y de los empresarios. Hay obras que no tiene precio, que las futuras generaciones agradecerán y una de ellas es el metro distrital. El modelo de financiación que propone Petro es factible si lo vemos con altura histórica. La primera línea de metro debe estar lista en menos de un lustro y la huella que le va a dejar a la ciudad será el surco por donde se construya el futuro. Los bogotanos nacidos y adoptados debemos dejar de ser mezquinos y entender que la primera línea del metro obligará a reconstruir una gran zona urbana por donde pase y que a sus bordes habrá que construir nuevos edificios que albergarán las zonas que el plan de ordenamiento territorial estimen.

Bogotá nunca volverá a ser igual. Las calles de las zonas afectadas no volverán a ser las mismas. Los terrenos afectados tendrán que reinventarse, pagar plusvalías y repintar la ciudad del siglo XXI. Es prioritario que desde ProBogotá se trabaje en una campaña cívica que le haga entender a los habitantes de esta gran metrópoli, que el metro es calidad de vida, que es ordenamiento urbanos, que es innovación y competitividad. Se avecina una agitada temporada electoral que elegirá un alcalde mayor que gobierne entre 2016-2019, un líder que debe llevar a buen puerto, no solo la primera línea, sino la segunda y la tercera. La idea de transmilenio es buena, pero debe aceptarse como temporal, transitoria y con fecha de vencimiento. Ojalá por una vez en la historia los electores entiendan que retardar más la construcción del metro es mantener a la ciudad sumida en el más profundo subdesarrollo. Para bien de todos, Petro debe dejar encarrilado el metro.