El negocio de las motos no puede ser una tragedia
viernes, 8 de abril de 2022
Este año Colombia entrará al grupo de los 10 países en donde más se venden motos, pero la falta de reglas y cumplimiento de normas puede socavar una solución a la movilidad
Editorial
Hay una raída expresión popular que se ajusta al momento que está viviendo el negocio de las motos en Colombia. Las autoridades buscan “vender el sofá” para solucionar la problemática suscitada con el uso de estos automotores en delitos. Es un chiste muy viejo que cuenta que un hombre encontró a su esposa siendo infiel con otro en el sofá de su casa; colérico decidió ponerle fin al problema vendiendo el sofá. Palabras más palabras menos, trató de corregir una situación de crisis en su matrimonio culpabilizando a un objeto, no a las razones subyacentes al interior de su matrimonio. No sabremos al final qué sucedió con esa pareja, pero los alcaldes de todas las capitales y municipios en Colombia salen a prohibir parrilleros, ponerles chalecos y hasta pico y placa a las motos porque son los vehículos más presentes en los robos y en los asesinatos. Actúan como el desesperado esposo y no toman soluciones de fondo, pues la culpa no la tiene la moto, la verdadera responsabilidad es del Ministerio de Transporte, de la Agencia Nacional de Tránsito, de las secretarías de movilidad locales y regionales, más otras oficinas e instituciones que no han logrado sentar a ensambladores, importadores, vendedores y usuarios para aplicar reglas y hacer que el Código Nacional de Tránsito funcione en todos los rincones de un país agobiado por los indisciplinados moteros.
Es simple: no pueden adelantar por la derecha, no usar un carril imaginario entre carros, zigzaguear es temerario, conservar las velocidades oficiales, ponerse casco y trajes reflectivos, transitar por el carril requerido a un metro de la berma y de otros vehículos, pagar peajes, bajos cilindrajes no pueden ir por autopistas y vías de cuarta y quinta generación y pagar cumplidamente Soat y certificado técnico - mecánico. Hay guardas y policías de tránsito que deben hacer cumplir las normas de movilidad sin amedrantamientos. Se trata solo de fortalecer las instituciones blandas (respeto por semáforos, cebras, direccionales, velocidad, peatones, etc.) que en otros países más desarrollados se han interiorizado por toda la sociedad y que deben madurar localmente para evitar que la solución a la movilidad que es una moto y un negocio floreciente se vuelva una tragedia.
Una moto genera mucho empleo y desarrolla otros sectores encadenados formales e informales que los alcaldes no han visto. Mecánicos, parqueaderos, repuestos, combustibles, entre otros, negocios que generan empleo y dinamizan la economía. Pero hay un dato demoledor y es que Colombia este año se convertirá en el décimo país que más motos vende cada año, cerca de 900.000 unidades nuevas entrarán al parque automotor. Muchas serán para transitar y otras para emprender negocios domiciliarios. El mercado local de las motos superará a Estados Unidos, por encima solo quedarán países asiáticos más Brasil, lo que convierte a los moteros en un verdadero sector de la economía que mueve a otros más formales como los bancos y las tiendas de accesorios.
Colombia es un país de pueblos y ciudades de clima cálido en donde las motos son la mejor alternativa de movilidad, pero deben guardar las normas y las autoridades aplicarlas estrictamente. Satanizar este medio de transporte puede ser un tiro en el pie que genere mayores problemas para un país que es lento en el crecimiento del ingreso per cápita y en el cual la infraestructura no avanza.