Editorial

El negocio de taxis antes y después de Uber

En el mundo de los taxis nada volverá a ser igual después de Uber, pero la decisión de la UE abre la necesaria ubicación del servicio de taxis

Editorial

Luego de que la justicia europea le diera la razón a los taxistas y considerara a Uber como una empresa de transporte común y corriente, más que una plataforma tecnológica, el mercado del transporte público en el mundo -a través de taxis- no será el mismo. Habrá un antes y después de Uber y sus similares.

La noticia le llega a la empresa en uno de sus peores momentos en términos de reputación a nivel global. Cada vez hay más investigaciones y críticas por el manejo de la privacidad de los datos de los usuarios; sus prácticas comerciales frente a la competencia han sido demandadas; hay muchas acusaciones de acoso sexual; crecen las demandas laborales por sus conductores, a los que se suma la salida forzosa de su CEO, Travis Kalanick. Son temas espinosos para una empresa que apenas nace y que han deteriorado el valor de una gran innovación verdaderamente disruptiva. A partir de lo definido por la Unión Europea se convertirá en un auténtico castillo de naipes por las regulaciones en cadena que se vendrán en los países donde operan ilegal y legalmente.

No puede ser que Uber en los países de la Unión Europea sea una empresa más de transporte pública que deba sacar licencias y ser supervisada por las oficinas de control y vigilancia, mientras aquí en los países en desarrollo sea una gran innovación que conceptualmente sea tecnológica, pero que derive sus millonarios ingresos de los usuarios del transporte público y de la debilidad de institucionalidad del sector. Ahora es un imperativo que se reglamente su operación en Colombia con los mismos parámetros de transportes especiales y se empiece a desmontar el caótico servicio de Uber X que ha informalizado más a los taxistas, quienes en desbandada se han pasado a manejar sus propios carros sin controles por parte del Ministerio de Transporte.

Son dos cosas bien distintas, los servicios especiales de transporte con unos vehículos acondicionados para este fin, y otra muy diferente informalizar más nuestras grandes ciudades facilitándole el trabajo de taxista para quienes quieran meterse al negocio de hacer carreras sin ningún tipo de vigilancia ni control. El ministro Germán Cardona tiene una oportunidad de oro, le llegó caída de Europa, con buenos argumentos para reglamentar la proliferación de los llamados Uber X, que se han convertido en los estratos altos en una suerte de “mototaxismo” que puede fortalecerse y convertir las calles de Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla, en un campo de batalla entre los taxistas tradicionales (que deben mejorar el servicio) y los Uber X que no pagan ningún tipo de impuesto a las ciudades.

Lo mismo va a suceder con Airbnb, la plataforma de software dedicada a la oferta de alojamientos a particulares y turísticos, fundada en agosto de 2008, que está rivalizando con los hoteles y las empresas de alquileres en todo el mundo. Ambas (Uber y Airbnb) son grandes negocios, muy innovadores que están llamados a transformar los sectores de hoteleros y transportadores, que seguramente nunca volverán a ser los mismos, pero todo dentro de un marco legal de operación. Nadie puede convertir su apartamento en un motel o su carro en un taxi, así existan plataformas que permitan cobrar y servir de punto de encuentro entre la oferta y la demanda; las ciudades tienen normas centenarias que deben velar por el uso adecuado de los bienes de los individuos en función de la sociedad y su bienestar.

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