Editorial

El nuevo año será mucho mejor

La memoria pesimista y catastrofista se desvanece y el país económico demuestra que las cosas van bien, mejor de lo esperado, hay que creerlo

LR

Hay algunos materiales capaces de recordar su forma original muy a pesar de que se intenten modificar, siempre regresan a su estado primigenio como si nada pasara. La industria y la tecnología los aprovecha para lograr alteraciones temporales cuando se les aplican efectos térmicos, eléctricos o magnéticos, pero su deformación solo es temporal.

Con las personas y las sociedades sucede lo mismo: cuando se aferran a que todo pasado fue mejor, tienen una cultura catastrofista, pesimista o negativa y solo aguardan el fracaso de las nuevas ideas para argumentar que nada cambia. Pero así como actúa el calor, la electricidad o el magnetismo para modificar temporalmente la memoria de esos materiales de uso industrial, los países aplican políticas públicas, el sector productivo lidera innovaciones, genera empleo, emprende y la misma sociedad visibiliza líderes positivos que hacen saltar el desarrollo de las naciones.

El problema se genera cuando esas personas, que controlan pueblos, ciudades y países, tienen modelos individuales de progreso y no trabajan con honestidad por el bien común, la derrota de las precariedades ni para satisfacer las necesidades básicas de su gente. El mantra político que reza: “el caos nunca debe morir”, es el peor insumo en países cuyo modelo económico ha sido inferior a la realidad de sus gentes.

Si se compara lo que ha pasado durante la última década en Colombia, con países similares del continente, se encontrará sin mucho esfuerzo que las cosas han mejorado a buen ritmo. En términos de crecimiento del PIB, solo el año pasado fue negativo; la variación de precios se ha controlado al punto que las tasas de interés estuvieron por debajo de 2%; la pobreza monetaria y la multidimensional van cediendo, muy a pesar de que la pandemia empujó a 21 millones de colombianos a condiciones lamentables y a siete de ellos a vivir con menos de un dólar diario. Hay muchas razones por las que el catastrofismo y el pesimismo deben ser derrotados.

Lo dice Hans Rosling en su libro póstumo Factfulness (Planeta, 2018). El porcentaje de la población mundial que vive con menos de un dólar al día, ha pasado, excluida la inflación, de 50% en 1966 a menos de 10% hoy. “En las últimas décadas miles de millones de personas han salido de la pobreza en la que casi toda la humanidad ha vivido a lo largo de la historia”. Es cierto que la pandemia ha sido una suerte de tercera guerra mundial que hizo frenar la buena dinámica económica y de progreso a esta generación, pero los países son resilientes y retomarán con nuevos bríos la marcha hacia la derrota de la pobreza extrema.

Un ejemplo de esa premisa pueden ser las cifras macroeconómicas de Colombia y su avance en mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Falta mucho: mejorar la infraestructura, la conectividad digital, el sistema de salud, la calidad de la educación, crecer la clase media, igualar las oportunidades de hombres y mujeres, reducir la brecha entre la Colombia rural y la urbana, pero sobre todo, mejorar los líderes políticos, empresariales y académicos.

El año nuevo, ese 2022 que está a la vuelta de la esquina, será mucho mejor, más real que los dos o tres anteriores; muy a pesar de los nubarrones que se vean inminentes y despierten miedo. Tradicionalmente, la realidad colombiana siempre se ve negativa, especialmente por los más mayores, que siembran temores infundados en los más jóvenes. No debería ser así, ellos son los forjadores de futuro y un buen mañana solo se logra haciendo bien las cosas que hay que hacer.

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