Editorial

El regreso de una nueva normalidad

Nada volverá a ser lo mismo que antes para Colombia, no sólo comparado con la vieja normalidad, sino por las cicatrices de unos 50 días de bloqueos y protestas

LR

Cada día que viene ofrece una nueva oportunidad para hacer las cosas mucho mejor que antes y siempre el futuro será más halagüeño que el ayer, si los habitantes de una región así se lo proponen para mejorar sus vidas. Casi 50 días de bloqueos empatados con el lentísimo plan de vacunación del Gobierno Nacional nos pusieron en una pésima situación que ojalá nunca se repita. La incertidumbre, la desolación, la tristeza y la falta de fe por un futuro mejor fueron el resultado de los coletazos del coronavirus y las protestas. Pero la sociedad colombiana es resiliente por naturaleza y se empezarán a hacer las cosas de mejor manera que antes. La sentencia o el deseo nacional parte de las acciones del Gobierno Central en pro de los jóvenes y de la obligación de los gobernantes locales de replicarlas en sus departamentos y municipios. Nadie puede desconocer que los colombianos entre 18 y 28 años, los considerados jóvenes por el Dane, hoy cuentan con mayores oportunidades que los otros colombianos cuando tuvieron esa edad. La matrícula gratis en la educación superior pública, los incentivos dados a las empresas para que los contraten, las ayudas para que compren vivienda y los préstamos baratos para que emprendan, son los pilares para suponer un futuro mejor. Esos jóvenes cuando lleguen a los 30 o 40 años podrán observar que avanzaron más que las generaciones anteriores por las ayudas del Estado y que no deben ser inferiores a esas ayudas. Para el resto de los colombianos, los mayores a 30 años en este momento, solo les corresponde seguir trabajando, soñando y haciendo los planes de vida que les permite avanzar. Nadie puede dudar que ha habido avances en ayudar a los más jóvenes y que ellos no serán inferiores a estos subsidios del erario público.

La otra cara del regreso a la normalidad, más allá a la de los jóvenes que obtuvieron ayudas estatales, es la del mundo laboral de quienes debieron encerrarse en sus casas y teletrabajar desde ellas en medio del cierre total del entretenimiento. Nunca nada volverá a ser lo mismo, llegaron para quedarse los hogares dispuestos como oficinas y el tiempo para la familia. El miedo a las multitudes, al contacto y a las aglomeraciones será algo que se experimentará por algunos años más, cuando 2020 y 2021 empiecen a ser parte de la historia. La vida en los suburbios de las grandes capitales colombianas también experimentará frenesí pues antes de la pandemia el proceso de migración a Cali, Medellín, Barranquilla o Bucaramanga era un mandato, eso mermará el ritmo y poblaciones dormitorio o ciudades intermedias marcarán la nueva normalidad. Pero serán las cicatrices de casi 50 días de bloqueos las que demarcarán el nuevo mapa del desarrollo regional, particularmente en el suroccidente colombiano, que por vocación agroindustrial, de comercio exterior y de diversidad, deberá iniciar un nuevo proceso de encontrarse como sociedad. Las universidades, las empresas, las instituciones y todos los actores vivos de departamentos cómo Cauca y Valle tienen que construir una hoja de ruta de encuentro total mediante la cual puedan avanzar al futuro. Son muchas las cosas para hacer, hay que empezar ya a trabajar. Los empresarios deben ser los pilares fundamentales para la construcción de una nueva normalidad, más allá del cliché tradicional de estos días.

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