Editorial

El reto de romper ciclos con Nobel de Economía

Pasado mañana se entrega el nobel de Economía en medio de apuestas sobre quién debe ser el galardonado, ojalá se rompa el ciclo y se reconozca un estudio disruptivo

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En general con los premios Nobel sucede que solo cuando se anuncia el gran reconocimiento empiezan a ser importantes los distintos profesionales de las ciencias, las letras o la paz. Los premios en medicina, física y química se otorgan a grandes desarrollos en esas áreas y/o por su aporte a la humanidad y no hay mayores objeciones. Cosa contraria ocurre con los premiados en la literatura, la paz y la economía, que casi siempre dividen opiniones. Está claro que con este importante galardón está sucediendo una suerte de metamorfosis o actualización al siglo XXI y seguramente se transformará en pocos años; solo las editoriales y las grandes universidades del mundo aún le dan gran importancia por la avalancha económica en términos de ventas y reputación que estos representan.

El próximo lunes se entrega el popularmente conocido premio Nobel de Economía instituido en 1968 e inventado como Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel; no tiene nada que ver con los otros Nobel que entrega la Real Academia de las Ciencias de Suecia, pero que se han instalado como otros Nobel más por el tiempo en que se otorga y los nombres que llevan. Es la distinción más importante dada a los científicos sociales que han contribuido con teorías y aportes a esta ciencia. El ganador recibe US$1,2 millones, una medalla de oro y un diploma. La versión de 2019 será la número 49 y lo han recibido 80 investigadores.

En ese largo listado de casi un centenar de economistas, matemáticos e ingenieros de profesión, hay verdaderos científicos de aportes disruptivos como Paul Samuelson, quien fue galardonado por las teorías de estática y dinámica y su contribución al análisis; Kenneth Arrow por sus contribuciones a la teoría del equilibrio económico y del bienestar; el padre del neoliberalismo, Friedrich Hayek, quien fue reconocido por sus trabajos en la teoría del dinero y de las fluctuaciones y por su análisis de la independencia de los fenómenos económicos, sociales e institucionales; y Milton Friedman por sus análisis del consumo, la historia y teoría monetaria, y los trabajos en la estabilización política, entre algunos otros muy importantes; pero también hay nombres que poco aportaron o fueron incapaces de predecir crisis. En los últimos años las distinciones han recaído por investigaciones relacionadas con la Teoría de Juegos y la racionalidad económica, muchos trabajos no menores que explican la complejidad de las decisiones financieras del sistema moderno.

Pero hace muchos años que no se premia a economistas con acento social como el profesor indio, Amartya Sen, quien ganó en 1998 por “su contribución al análisis del bienestar económico”, una área del desarrollo que aún está en deuda si se mira que temas neurálgicos como la pobreza y la desigualdad siguen siendo las asignaturas pendientes de todos los modelos económicos de los países emergentes. Thomson Reuters dio nombres de los economistas que cree que estarán entre los seleccionados este año: W. Brian Arthur, profesor del Instituto Santa Fe en Nuevo México; Ariel Rubinstein, profesor de la Escuela de Economía de la Universidad de Tel Aviv; y Søren Johansen y Katarina Juselius, profesores eméritos de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca. Ojalá la distinción recaiga sobre un economista que aporte al mundo en desarrollo.

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