El silencioso milagro económico de las flores
miércoles, 14 de febrero de 2018
Hace medio siglo no existía el renglón exportador de las flores, ahora es un hecho comercial de grandes posibilidades para Colombia.
Editorial
El Día de San Valentín es un contrasentido para la economía colombiana. Mientras los comerciantes se quejan porque el 14 de febrero nunca maduró en ventas a los consumidores tradicionales, otra cosa dicen los floricultores, quienes ven en el “día estadounidense de los enamorados”, la mina de sus ingresos anuales. Es toda una lección para los empresarios locales: los mercados están más allá de las fronteras y hay que aprovechar los tratados de libre comercio para ganar en competitividad y no depender de las adversidades internas.
Pero más allá de que las ventas de flores colombianas crezcan en la primera quincena de febrero, está el hecho histórico de que es un sector que se ha desarrollado en la economía de manera silenciosa y se ha convertido en una de las fuentes más importantes de empleo temporal (diciembre, enero y febrero) en la ruralidad de departamentos como Antioquia, Cundinamarca, Boyacá, Quindío, Cauca y Valle. Y más aún, es un empleo con un componente altamente femenino. Según datos del Ministerio de Agricultura, “el sector floricultor genera cerca de 130.000 empleos formales. De estos trabajos, 36% son ocupados por hombres y 64% por mujeres y 60% de esta población es madre cabeza de hogar”. Las cifras de la floricultura en Colombia hablan por sí solas: hay 7.800 hectáreas sembradas de flores -la mayoría en viveros- que se convierten en unos US$1.400 millones en exportaciones, un rubro que sobresale en el renglón de las ventas al exterior no tradicionales. Lo más elocuente es que la floricultura no existía en el agro colombiano hace medio siglo, que arrancó por una apuesta seria por la diversificación de cultivos y por la idea de explotar una oportunidad que se tenía como país agrario tropical. Las flores son un producto novísimo en la agroindustria nacional que bien vale la pena fortalecer con políticas públicas bien enfocadas en los departamentos con esta vocación natural, especialmente los inmersos en el conflicto interno.
Es muy común escuchar que el llamado dividendo económico de la paz pasa por el meridiano de las actividades del campo y que en varios de los cultivos con proyección global está gran parte de ese aporte al consolidado del crecimiento económico, y las flores están en los primeros renglones. No sobra advertir que puede tener un grado de probabilidad esa hipótesis, pero se necesita pasar de los planteamientos teóricos a los hechos concretos. Por ejemplo, es un imperativo identificar más zonas agrícolas en donde se puedan aumentar los cultivos de las flores más exitosas en los mercados, no solo de Estados Unidos sino de Europa y Asia. Gran parte del suroccidente del país puede diversificar su producción agraria si se especializa en algunos tipos de flores, pero para ello debe haber un plan gubernamental a largo plazo y unos mercados abiertos.
No es nada fácil superar las ventas de flores por US$1.400 millones anuales y seguir creciendo exponencialmente, además de generar buena mano de obra femenina en los campos colombianos, por lo que hay que pasar a otro nivel en el que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo les ayude a los empresarios de las flores a ser más competitivos y no perder oportunidades comerciales en el exterior a causa de los lunares logísticos en carreteras o aeropuertos. La venta de flores depende mucho del estado de las vías y las conexiones entre campos y aeropuertos.