El síndrome de Matusalén y la falta de niños
sábado, 27 de septiembre de 2025
La desinformación o ignorancia aún hablan de la amenaza de superpoblación mundial y mitos sobre el “exceso” de personas, cuando lo que está ocurriendo es todo lo contrario
Editorial
El Dane actualizó las cifras de estadísticas vitales y reveló que en 2025 han nacido 243.870 bebés, eso es 6,6% menos que en 2024. Un problema silencioso que se cierne como una amenaza en muchos frentes, es el valor más bajo de la historia nacional con 1,1 hijos en promedio por mujer.
El problema es que la tasa de remplazo, es decir, el número que se debería alcanzar para compensar la población que envejece y fallece, es de 2,2 hijos. Esta realidad aún sin consciencia entre los gobernantes y las familias ya se nota en la falta de bebés en los jardines infantiles, de niños en las escuelas primarias, primíparos en las universidades y reclutas en las Fuerzas Militares.
En varias ciudades del país han cerrado centenares de colegios de secundaria, al tiempo que los jardines infantiles no son un buen negocio y los ingresos a la Policía y al Ejército cada vez son menores. Hace solo 10 años, en 2015 la tasa global de fecundidad era de 1,7 hijos, número que dicta que el indicador ha caído 0,6 puntos. Según el Dane, -que tiene registros desde 2008- en ese momento el promedio era de dos hijos, es decir, que en casi dos décadas las mujeres redujeron a la mitad la cantidad de bebés que dan a luz, realidad que ha cambiado muchos modelos negocios.
La mala noticia también tiene una buena y es que la caída en la fecundidad en las niñas de 10 a 14 años y adolescentes se ha derrumbado a menos de 2.800 casos anuales, en un país en donde éste era uno de los mayores problemas sociales.
En lo que tiene que ver con el bono demográfico colombiano ahora hay más personas en edades productivas, que en edades dependientes: los menores de 15 años o los adultos mayores, de más de 60 años. Los avances médicos, la calidad de vida, los hábitos sanos y los trabajos bien remunerados estables en las poblaciones por encima de los 50 años, han generado un ambiente social y laboral marcado por una suerte de “efecto Matusalén”, una generación de personas mayores, cerca de los 57 para las mujeres y 62 para los hombres, que se niegan a activar su jubilación, pues la demanda por sus oficios y empleos no tiene la misma presión de años anteriores: no quieren retirarse como dictan las cuentas de Colpensiones.
Es un contexto ideal para que el Congreso de la República aumente las edades de jubilación, no solo por la tasa de remplazo en los empleos, sino por la baja natalidad. En los países de la Ocde es común que los hombres y mujeres se jubilen a los 65 años, por la poca oferta laboral de nuevos jóvenes y por el mercado de las pensiones.
Muchos países están buscando aumentar o al menos mantener tasas de natalidad a través de incentivos y apoyo familiar, como en la Unión Europea, donde ofrecen una amplia diversidad de beneficios como licencias parentales, subsidios para guarderías, bonos por nacimiento y ayudas económicas directas a las familias. Pero el camino es largo y tortuoso, pues pese a este esfuerzo, lo hecho no es suficiente: las tasas de fecundidad en la UE se mantienen por debajo del nivel de remplazo de 2,1 nacimientos por mujer y lo que proyectan es que suba levemente a 1,6 para 2070.
Ad portas de una reforma pensional en Colombia, de la que aún no sabemos si tiene futuro o no, preocupa este tipo de escenarios donde nos debatimos entre cada vez menos generaciones de relevo y gente que no se jubila.