El sino trágico de nuestro columnista
martes, 12 de agosto de 2025
A Miguel Uribe Turbay lo mató la Colombia violenta de los últimos 40 años que se ha ensañado con un puñado de colombianos que le han apostado a construir con honradez un buen país
Editorial
A Miguel Uribe Turbay le tocó vivir la misma historia de su madre, Diana Turbay, quienes pusieron sus cortas vidas al servicio de los ideales políticos para construir un país mucho mejor y cayeron asesinados por balas disparadas por siniestros personajes al otro lado de sus sueños.
De poco vale buscar respuestas en los nombres y entornos de sus sicarios cuando la causa original del daño siempre sobrevive y se robustece con fuerza; no es sino mirar cómo el campante narcotráfico que mató a su madre, crece en una sociedad indolente que no ha encontrado fórmulas para derrotarlo; narcotráfico, guerrillas y demás delincuentes comunes están unidos por el mismo cordón umbilical de desprecio por la vida, odio por el país, el bienestar común y el progreso de todos; valores que cada día son atacados para mantener el mantra que se repite durante el último medio siglo de Colombia en donde siempre prima, que el caos nunca muera.
El senador Uribe Turbay no solo mantenía una fuerte conexión con el libre mercado, la democracia, la propiedad privada y los valores intrínsecos de la economía, como son la competencia y la libertad de emprender, en todos sus debates, proyectos y exposiciones cuando fue concejal y como senador y candidato presidencial, sino que los escribió en su columna en este diario.
Fue una fuente de consulta de máxima confianza sobre el acontecer económico y político desde hace más de tres lustros, era genuino en sus explicaciones y posturas, lo caracterizaba el rigor y la precisión en los datos y conceptos que trasmitía en sus comentarios audiovisuales y los textos, al tiempo que nunca dejó de atender a los periodistas cuando a él acudían para cubrir la actualidad del Congreso.
Para algunos medios de comunicación o empresas informativas, como el Diario La República, no solo ha caído asesinado un político más, sino un profesional íntegro en todas sus dimensiones, que generaba y creaba contenidos valiosos a nuestro lado con el objetivo de escribir páginas y páginas de economía.
La triste página que hoy escribe el país es una de las más dolorosas de su historia reciente, sentimiento que se difumina, confunde y se torna violento en el frenesí de las redes sociales que siembran el odio, que de cuando en cuando recogen.
Sin temor a equivocarme, a nuestro columnista lo calló la Colombia asesina que no perdona a los más valientes que se atreven a cambiar el rumbo de un país, signado por todos los males posibles que se pueden experimentar en una sociedad moderna: extorsión, sicariato, secuestro, narcotráfico, entre otros flagelos que cegaron la vida de su madre en los años 90.
Miguel Uribe tenía un sino trágico que finalmente lo alcanzó cuando estaba convencido de que podía cambiar el mismo destino que se llevó a su madre, el uno político, la otra periodista, profesiones desde donde construían contra la adversidad una Colombia mejor. Ver sus tragedias humanas no hace más que fortalecer el espíritu de los colombianos que quieren cambiar el hoy para que sus hijos vivan una Colombia mucho mejor mañana.
El ejemplo de Miguel Uribe debe inspirar no solo a los más jóvenes -como es fácil decirlo-, sino a los políticos y periodistas en carrera, quienes de manera muy silenciosa trabajan para vivir en constante progreso y la justicia social.