Editorial

El teletrabajo avanza como un derecho laboral

Holanda se convirtió en uno de los primeros países en establecer el trabajo desde casa como un derecho legal, una lección que nos dejó la pandemia y que Colombia debe mirar

Editorial

Llegará el día en que durante una entrevista de trabajo una de las preguntas sea: ¿cuál modalidad laboral prefiere: oficina o trabajo en casa? Ese interrogante es el que hoy en día quisieran escuchar muchas madres, padres y hasta empleados que tienen un adulto mayor en casa. En Holanda, esta realidad ya no es ajena pues en julio de este año el Parlamento aprobó un proyecto de ley que establece el trabajo desde casa como un derecho legal.

Aunque aún falta la aprobación del Senado, Holanda dio un gran paso para ser uno de los primeros países en otorgar flexibilidad de trabajo remoto por ley. Es precisamente esa palabra, “flexibilidad”, una de las mayores lecciones que nos dejó la pandemia del covid-19 que en la actualidad es una petición y hasta una necesidad para los trabajadores.

Colombia no puede perder el momento para subirse al bus del teletrabajo. Ya concretó un primer esfuerzo el pasado 18 de julio, cuando el Ministerio del Trabajo expidió el Decreto 1227, por medio del cual se modifican y adicionan artículos relacionados con la implementación de esta modalidad laboral.

Antes de la pandemia se decía que más de 300.000 personas en Colombia teletrabajaban, una cifra que aumentó exponencialmente con los confinamientos ejecutados. Pero a dos años de pasar por estas situaciones extremas, que nos obligó a compartir en casa, a trabajar en casa y hasta a entrenar en casa, todo parece que dio reversa y nuevamente nos asusta la pregunta: ¿Puedo teletrabajar?

Ya están los primeros pinitos desde lo legal para que tanto las empresas como los empleadores, en la medida en que así lo permita el cargo que se ocupa, activen la modalidad laboral en casa como un derecho y un deber. Un derecho a que las partes definan los tiempos de entrega de trabajos sin afectar el descanso de los teletrabajadores, ni la desconexión laboral. Y un deber al tener que suministrar equipos y tecnología, atender las instrucciones respecto de uso y apropiación de las TIC, respetar la seguridad digital, suministrar información veraz sobre el lugar de trabajo o cambio, y hasta restituir, en el estado en que fueron recibidos, los equipos y herramientas de trabajo entregados por el empleador.

Pese a los temores que surgen, no podemos convertirnos en los Elon Musk colombianos, en ese gran empresario y visionario que busca innovar y quiere producir, pero que al mismo tiempo es ciego a las necesidades del trabajador actual al asegurar que el home office “ya no es aceptable” luego de dos años de pandemia y al pedir que el teletrabajador de Tesla que no regrese a la oficina se vaya de la compañía.

Los extremos siempre han sido malos y en este tema aún no hemos logrado un punto medio: no se puede negar el teletrabajo, y más hoy en día, cuando en una ciudad como Bogotá se pierden hasta dos horas por tráfico yendo al trabajo, o por el cambio en los roles de la sociedad, las mamás deben generar ingresos al hogar y ya no se pueden quedar en casa criando a los hijos; pero, al mismo tiempo, tampoco podemos sabotear la figura del teletrabajo o trabajo en casa, aprovechando esa flexibilidad laboral para quedarnos en casa y trabajar a destiempo, sin compromiso y haciéndole el quite al horario estipulado.

Más que sentarnos a discutir su es bueno o no el teletrabajo, hay que sentarse a pensar que esta modalidad puede ser la fórmula perfecta para disminuir el desempleo femenino.

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