Editorial

El último año del presidente Santos

Las negociaciones de paz y la oposición le dan al último año del gobierno de Santos unas características especiales

Las negociaciones de paz y la oposición le dan al último año del gobierno de Santos unas características especiales

Como todos los gobiernos en su último año, Juan Manuel Santos acaba de evaluar logros y plantear retos para lo que le queda de gestión. Y aunque son alrededor de 18 meses, la realidad es que las elecciones de 2014 producen un ambiente de despedida, y todos los actores se ajustan a ese espíritu que incluye una limitada capacidad de maniobra por parte del Ejecutivo y su equipo.
Hay que ser realistas. Una cosa es lo que la buena voluntad del Presidente y sus ministros quieren en este último tramo, y otra es la realidad. Y no es un asunto de esta administración, sino una constante en la historia de nuestro país, aunque debe adicionarse en esta oportunidad la intención implícita de Santos de buscar la reelección para sí, o la continuidad del esquema de su gobierno a través de uno de sus allegados.
Luego de esas precisiones generales, este último año tiene características especiales, que merecen ser tenidas en cuenta. Las dos más importantes tienen que ver con que coincidirá en buena parte con el proceso de negociación que se adelanta en La Habana, y cuyo desarrollo se hará legalmente en el segundo semestre de 2013. Y en segundo lugar, con una campaña matizada como nunca con un ejercicio de oposición liderado por el expresidente Uribe, y que determinará el rumbo y la conformación del Congreso.
La agenda legislativa es importante, pues hay temas de gran interés como salud, pensiones, licencias previas, código de minas y  reforma a las CAR, solo para nombrar algunos. Pero no hay que llamarse a engaños: no solo la mayoría de nuestros ‘padres de la patria’ estarán pensando más en su estrategia electoral individual que en su tarea parlamentaria, sino que no es conveniente correr el riesgo de permitir que esos grandes temas sean utilizados para fines electorales, en particular salud y pensiones, tan sensibles para el bienestar de los colombianos. Lo anterior no significa que el camino sea la parálisis del legislativo, sino que debe actuarse con responsabilidad y seriedad y teniendo consciencia de la realidad política. Por ejemplo, el Ejecutivo y la coalición deben evaluar sobre lo que pasaría si no se aprueban en el corto plazo las reformas, y considerar su aplazamiento para el año próximo. 
Es evidente que la preocupación central de todo gobierno en su último año es terminar obras inconclusas y dejar la casa en orden, independientemente de si hay continuidad por la vía de la reelección. Y en esos términos, las obras de infraestructura constituyen una de las locomotoras de desarrollo 2010-2014 sobre las cuales se ha trabajado, y porque es uno de los campos en los que se requiere la mayor continuidad posible para que el país supere el penoso retraso, y de cuya remoción se puede ganar competitividad en este mundo global.