Editorial

En economía, evaluación primero que proyecciones

<p>La actual coyuntura le debe servir para plantear el mapa de&nbsp;<span style="line-height:1.6em">la economía futura con base en&nbsp;</span><span style="line-height:1.6em">un buen diagnóstico de lo que ahora ocurre.</span></p>

Uno de los hombres más ricos del mundo, Warren Buffett, afirma con una gran dosis de ironía que él nunca le pone atención a las previsiones económicas porque “no lee publicaciones de humor”. Seguramente, el caso de este magnate, que es excepcional pues utiliza información privilegiada para hacer sus inversiones y negocios, no se puede aplicar a la economía en general, así el sentido común siga diciendo que uno de los puntos que siempre se debe tener cuenta está muchas veces por encima de las simples apreciaciones o factores vinculados al azar.

Sin duda que las previsiones son importantes por muchas razones, pero fundamentalmente porque permiten a las autoridades tomar los correctivos y anticiparse a los problemas para hacer menor traumática la situación. Se asimila esto a la medicina preventiva tan importante para atacar a los síntomas de las enfermedades. Si el médico no actúa a tiempo, se pone en peligro la supervivencia del paciente. En el fondo lo que el galeno busca es hacer el menor daño posible en el entendido que, por lo general, las medicinas tienen efectos colaterales sobre la salud del paciente, que en economía se asimila a decir que “no hay almuerzo gratis”. Duro y cruel, pero real. Sin embargo, hay una condición aplicable a la salud física y económica en la que se debe tener la máxima seguridad y cuidado, se refiere a la extrema y precisa aproximación en el diagnóstico de tal forma que las decisiones correspondan a la enfermedad, pues de lo contrario, el problema puede ser mayor. 

En economía, muchas veces los tecnócratas y expertos pasan en forma somera y superficial por el análisis de lo que está pasando y se detienen mucho más en lo que quieren obtener en el futuro, esto es, en las proyecciones. Es como una forma anticipada de cobrar el triunfo o mostrar que actuaron a tiempo. Lo hacen de la mejor manera, pero con una dosis de ingenuidad. Los Gobiernos también caen en ese prurito que es válido para las rendiciones de cuentas y para la historia. Si las cosas no se dan como ellos quieren, siempre habrá una explicación convincente.

No hay duda que este es uno de esos momentos que hay que recuperar la tasa de crecimiento de la economía, corregir un déficit creciente de las finanzas públicas y atacar un aumento desaforado de la inflación. No es el caso entrar a discutir la capacidad de anticipación que tuvo el Gobierno, este y los anteriores, y el Banco de la República para enfrentar los problemas, pero también resulta demasiado ligero y fácil culpar de todo meramente a factores externos como los precios del petróleo y las materias primas, la desinflada de la economía China o a los fenómenos naturales como El Niño.

Antes que tomar decisiones a la ligera para recibir calificativos de eficiencia, Gobierno y emisor deben evaluar muy bien la situación, conocer las causas de los males y actuar en consecuencia.